agosto 24, 2010

No sé si algún día él lo recuerde




Por: Luis Alberto Luna León


Hoy quiero confesarles que apenas recuerdo mis días de infancia. 

Bueno, siendo honesto, si recuerdo absolutamente todo, pero lo de "muy muy" niño, no lo recuerdo.

Sin hacer esfuerzos llegan a mi mente escenas maravillosas, paseos de campo en San Cristóbal de las Casas.

Recuerdo también los paseos en coche. Mi papá tenía su espíritu aventurero y nos llevaba en familia por carretera. 

Recuerdo también la sonrisa de mi madre sentada en las butacas de los festivales de primaria. De sus aplausos al terminar mi bailable escolar.



Muchas cosas si las tengo aún presentes. Pero lo que no recuerdo es mi dormir de niño. Por más que me esfuerzo no logro ubicar los momentos previos a mi dormir. 

Recuerdo cuando rezaba. Y eso debido a que mi mamá siempre nos acompañaba en el cuarto para orar juntos. Pero cuando ella se iba, sólo el silencio y la obscuridad se quedaban conmigo. 

Y es ahí en donde yo quiero recordar. En todo aquello que pasaba mientras yo dormía. Pero no he tenido suerte. Jamás lo he conseguido.


Todo esto lo escribo porque ayer en la noche, mientras descansaba en mi cama, un llanto me despertó lentamente.

Entre sueños empecé a escuchar el llanto de un niño. 

Poco a poco se fue acercando a mis oídos hasta hacer que me levantase de la cama. Me despertó.

Pero lo que hizo que me levantara impactado, fue escuchar una palabra muy conocida para mí, pero completamente desconocida a esas horas de la madrugada. 

Escuchar la palabra “papá” fue un disparo de adrenalina. Claramente sentí como algo me recorría el cuerpo y me alejó de los brazos de morfeo y de inmediato pensé en mi hijo.

Fui a su cuarto y lo vi ahí, sentado, en su cama, con los ojos cerrados pero inundados de lágrimas, gritando “papá” a todo pulmón con un sentimiento tan limpio y tan sincero que me conmovió.

Para cualquiera quizá es una simple palabra. Pero para mí, fue una llamada de auxilio, una señal por sentirse indefenso ante ese monstruo que sólo se nos aparece en nuestros sueños de niño. 

Era una palabra pronunciada con desesperación, gritándola sin importar despertar a los vecinos que él ni siquiera conoce.

Me acerqué tratando de no despertarlo. Y lo hice así porque dicen que es malo despertar a un sonámbulo. 

- “Aquí estoy hijo, tranquilo, papá está contigo”, fue lo único que atiné a decir mientras en la garganta un nudo se me cerraba. 

Como un acto digno del mejor mago, el llanto de mi hijo cesó. Coloqué mi mano en su espalda y con la otra lo tomé de su cabecita y poco a poco, lo recosté. Se tranquilizó.


Me quedé ahí, acostado a su lado, rascando su espalda tal y como le gusta, sintiendo como respiraba y observándolo dormir.

Y mientras estaba ahí, en mi mente vi crecer a mi hijo, lo vi triunfar, lo imaginé sano, deportista. Lo vi conviviendo conmigo, platicando como amigos, aconsejándolo, apoyándolo.

Muchos deseos para tan pocos minutos en los que me quedé a su lado.


Todo pasó en minutos. Y al notar que ya dormía, me incorporé de su cama para irme a la mía. Y mientras caminaba por el pasillo claramente vi en el espejo reflejado en mi rostro una sonrisa que encerraba orgullo. 

Si, lo acepto. Por breves instantes me sentí un super héroe. Me sentí un gran hombre.


Pero hay algo que quiero confesar: no sé lo que mi hijo soñaba. 

Quizá en sus sueños un fantasma lo acechaba. O quizá soñaba que alguien lo quería arrancar de mi lado y el se resistía a soltarme. 

O tal vez se soñó rodeado de animales salvajes. O a lo mejor no estaba soñando nada y lo único que quería era tener a su papá cerca, abrazándolo.


Eso es lo de menos. Lo importante de todo esto, es lo inmensamente dichoso que me hizo saber que para un niño, el sentir a su padre a su lado es algo que les da tranquilidad y seguridad. 


A sus dos años, el no sabe de mis defectos, el no conoce nada de mi, no tiene conocimiento que cuando bebo alguna copa me gusta escuchar a Mijares, Roberto Carlos y hasta Arjona; que soy un nostálgico, cursi y bohemio. 

Tampoco sabe que cuando me enojo expreso la más áspera grosería. Ni sabe que mi boca escupe sarcasmo cuando alguien trata de humillarme; ni tiene idea de que soy un necio y tampoco sabe que mi metodismo para hacer las cosas me ha generado problemas hasta conmigo mismo. 

De nada, absolutamente de nada él está enterado. 


Él no sabe si soy bueno o soy malo. Él sólo sabe que tiene a su padre y en su sueño, me necesita a su lado.


Y si en este momento yo pierdo la vida tampoco se enterará. La muerte llama a los hombres cuando nunca lo imaginan. 

Y si llegase a morir, nada de lo que soy estará en su mente. Sólo recordará mi imagen a través de las fotos, esas que son colocadas al lado de las velas en un altar.


Y seré franco: yo no recuerdo haber llamado a mi padre cuando soñaba de niño. Lo he intentado sin éxito alguno. Tampoco sé si algún día mi hijo recuerde haber gritado “papá” llorando a la media noche deseando que yo estuviese a su lado. Ni sé si él querrá estar conmigo cuando grande conozca de todos mis defectos.


Pero lo que si sé, es que ese momento, exactamente la noche de ayer, la recordaré toda mi vida.










Derechos Reservados para Luis Alberto Luna León


agosto 13, 2010

La juventud está de fiesta


Era la celebración del Día Internacional de la Mujer. Lo tengo presente como si hubiera sido ayer.


Ese día, con un buen café acompañándome, leía un comentario que reflejaba un sentimiento de enojo y coraje en el facebook de una entrañable amiga.

¿Su molestia? Sencilla: argumentaba que se estaba celebrando a la mujer en memoria de una tragedia. El incendio aquel en donde murieron quemadas muchas mujeres que protestaban por sus derechos en una fabrica de Nueva York.

Al principio, me desconcertó su molestia. A mi mente acudieron imágenes. Mujeres que hoy salen a votar cuando antes no lo hacían. Mujeres participando en igualdad de condiciones que el hombre. Mujeres decidiendo su propio destino, opinando sobre los hijos que quieren tener. En fin, se amontonaron datos y sucesos que bien pudieron ser los argumentos más válidos para estar a favor de la celebración del día de la mujer en un buen ejercicio de debate político.

Sin embargo, en el fondo, reconozco que mi amiga tenía razón.

Hoy en México la mujer está luchando por no retroceder en la historia. Hoy por hoy la mujer sigue sufriendo violencia intrafamiliar, vejaciones de la sociedad, maltrato sicológico, laboral, acoso, abusos, muertes. Citar a Ciudad Juárez, Chihuahua será el botón suficiente para demostrar que en materia de procuración y administración de justicia hacia la mujer estamos en pañales.

Pongo todo este antecedente porque hoy estamos ante otra celebración. En agosto, específicamente el día 12, se celebra a la juventud del mundo.

Fue en la Asamblea General que adoptó el 17 de diciembre de 1999 la recomendación hecha por la Conferencia Mundial de Ministros de Asuntos de la Juventud, en la que se declaró el 12 de agosto el Día Internacional de la Juventud.

La Asamblea recomendó que actividades de información pública sean organizadas para apoyar este Día, para promover una mejor toma de conciencia del Programa de Acción Mundial para los Jóvenes hasta el año 2000 y años subsiguientes, adoptado por la Asamblea General en el 1995 (resolución 50/81).

Y es en este punto al que quiero llegar.

No podemos culpar a la mujer por su actual situación. Fue y actualmente sigue siendo presa de la propia sociedad que la arrincona, le tapa la boca y no deja que camine hacia el triunfo. Sin duda hay avances, pero no a la altura de lo que se merece la mujer, esa que hoy lucha por sobresalir y en la medida de sus propias fuerzas lo esta haciendo y de la mejor manera.

Pero lo de los jóvenes si me resulta alarmante. En este tema no solo la sociedad no confía en ellos, sino que además, el propio joven del siglo XXI tiene a su peor enemigo dentro de si mismo. Ni el cree en si mismo. La mujer en general quiere destacar. ¿Y los jóvenes? solo pocos de ellos.

Si, la juventud de hoy está sin brújula, sin destino. Analicemos los datos.

De acuerdo a un informe realizado por la Secretaría de Seguridad Pública federal, el 54% de los delitos en México son cometidos por personas de entre 12 y 29 años de edad.

Solo en el 2008, siete delitos concentraron el 83.8% de los ilícitos en el país. Del total de homicidios, 32.59% son personas entre los 18 y 24 años; en ese mismo rango de edad se concentraron el 28.56% de las violaciones; 39.31% de los robos; 18.53% de los casos de posesión de armas prohibidas y 18.33% de los casos de abuso sexual. Se estima que en 30% del total de estos casos los implicados tenían antecedentes de delincuencia juvenil.

Tan preocupante esta la situación de la juventud, que hoy en día se presentan mas delitos cometidos por personas de escasa edad. Por tal razón, se han llevado a cabo propuestas en la reducción de la edad penal.

Desde 2004, el Instituto Mexicano de la Juventud alertó que 45 mil 593 menores de edad realizaron actividades delictivas, siendo el robo, con 41% de casos, el delito de mayor incidencia; 29% fueron faltas administrativas; 4%, delitos sexuales; 6%, delitos contra la salud, y 10%, crímenes contra la vida e integridad de otras personas, entre otras.

En el rubro de adicciones, el Centro de Integración Juvenil (CIJ) de la zona Sur-Sureste, dio a conocer durante en segundo informe que las adicciones en los jóvenes comienzan a muy temprana edad, porque han recibido niños de 10 años para que se les proporcione atención.

Por otro lado, es el propio INEGI quien cita datos que motivan la reflexión. Existe un apartado dedicado a la participación de jóvenes en actividades del narcotráfico.

Sólo en 2008 se detuvieron a 1 mil 719 personas de edades entre 18 y 19 años por presuntos delitos del fuero federal; de estos, 949 fueron por delitos relacionados con el tráfico de narcóticos, mientras que 545 más fueron detenidos por violación a la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos.

Estos datos no buscan el sensacionalismo. Lo que en realidad se busca es exhibir a una juventud que está ahí, respirando, viviendo, sin metas, sin objetivos. Y no lo digo yo, lo dicen las propias estadísticas. Lo dicen los delitos cometidos por los propios jóvenes.

Una juventud perdida en la búsqueda de un protagonismo irreal. Sumida en el alcohol y en las drogas. Hundida en la búsqueda del dinero fácil. En el deseo por pertenecer a “una clase social alta, para ser respetados” como cita José Emilio Pacheco en su libro Las Batallas en el Desierto.

Y no importa lo que haya que hacer. Matar, robar, violar. Lo que importa es lograrlo. ¡Que tontería!

Jóvenes que no pasan un examen de admisión por no saber. Jóvenes que en plena universidad andan mendigando un punto con el maestro para poder pasar la materia. Jóvenes que sobornan por una nota alta.

Jóvenes que no conocen el significado de la palabra trabajo. Una juventud carente de valores, a tal grado que no se reconoce así misma. Jovenes que encuentran en el suicidio la mejor de las salidas a sus problemas, reflejo de la falta de orientación y de una guía moral.

De acuerdo a cifras del INEGI y del Instituto Psiquiátrico Ramón de la Fuente, los suicidios de jóvenes entre los 15 y 19 años han aumentado considerablemente, al grado que se han convertido en la segunda causa de muerte entre este grupo poblacional.

Entre los factores predisponentes a un suicidio se encuentran la acelerada urbanización, la migración, la disolución de las familias y el creciente consumo de drogas y alcohol entre los jóvenes. De hecho, son muchos los casos de jóvenes que se suicidan bajo los influjos de estas dos variables.

Y ante todo este escenario, surgen interrogantes. ¿En donde están los padres de esa juventud?¿En donde esta la guía familiar?¿en que momento se rompieron los esquemas tradicionales de autoridad que antes se tenían?¿en que momento los padres dejaron de imponer reglas para establecer acuerdos?

Padres que se preocupan mas por no traumar al hijo. Padres que endosan la educación de sus hijos a la muchacha del servicio de la casa o a los maestros de la escuela. Padres que presumen su “modernidad” en la relación con sus hijos. Padres que suplican a los hijos en vez de imponer reglas. Padres que tienen una vida social de lujo pero una vida familiar deplorable.

Si este asunto lo midiéramos a nivel estadística, los resultados que ofrecen “los padres modernos” estarían por debajo de los “padres antiguos” Y lo dicen los números. Antes la juventud tenia más valores, más principios, más reglas que acatar. Y nadie creció traumado.

Hoy las cosas están para reflexionar. Una sociedad que no le abre las puertas a los jóvenes por la propia desconfianza que este le ocasiona. Empresas que no le dan la oportunidad a la juventud por su inexperiencia laboral. Partidos políticos a los que tuvieron que imponerles un porcentaje en las candidaturas para los jóvenes, cuando de por si les merece un lugar. Becas para los jóvenes dadas a los hijos de los “picudos”, a los altos funcionarios del gobierno o bien, de los recomendados.

Estoy seguro que el problema de la juventud es el resultado de varias coyunturas. En ellas están las empresas, el propio gobierno, los padres de familia, la iglesia, la propia sociedad.

Me da mucho gusto que hoy se celebre el día internacional de la juventud. Sé que en México hay muchos jóvenes de gran valía que están destacando en diferentes ramos. Jóvenes que engrandecen a México.

Pero…¿y los demás jóvenes? ¿los de las estadísticas citadas?¿qué, no importan? ¿está avanzando la juventud? ¿hacia donde?

Que será mas importante: ¿celebrar? ¿o reflexionar y hacer algo?




Derechos Reservados para Luis Alberto Luna León

agosto 05, 2010

Lo que no dice mi Currículum















Soy tuxtleco.

Chiapas ha sido mi universo moral. He vivido en otros lugares, pero sin duda en esta tierra del ámbar y café, en estas calles que suenan a gritos de parachicos, está mi destino.

Vivo el presente proyectando un futuro. No puedo ser como un barco en medio del océano sin saber hacia donde estoy remando.

Me gusta expresar lo que pienso, creo y siento. Procuro hacerlo sin lastimar las susceptibilidades de terceros.

Eso me ha dado la oportunidad de cimentar amistades que saben que, aunque me gustan las camisas de manga larga, no guardo ases bajo de ellas.

Hoy puedo decir que tengo amigos.

Pero lo que tambien tengo, es la duda de cuantos de esos amigos me consideran como tal. Pero como no soy curioso, me quedaré con ella hasta que uno a uno me lo haga saber con sus actos.

Me gusta cualquier manifestación de la palabra. Mi pasión es escribir. También lo es el conversar.

Y publico lo que escribo. Lo hago para desquitarme de mi tímido "yo" interno que día a día me pide suplicante que no manifieste al mundo mis emociones.

Creo que me pide eso porque teme ser dañado por la sociedad, esa que se mofa de tus errores, que disfruta de tus tropiezos, que anhela verte caer. Esa sociedad que cuando subes te ve de reojo, pero cuando yaces en el suelo, te busca para mirarte a los ojos y esbozarte una sonrisa, una leve sonrisa burlona en los labios.

Esa sociedad que jamás busca conocer a las personas y se deja llevar por las marcas que porta en la ropa y no por las marcas que lleva en el corazón.

Y aunque hay temor, la enfrento.

Admiro a la mujer. La respeto. Le reconozco una fortaleza inquebrantable. Quizá se deba a que desde muy pequeño sé que las mujeres tienen un motor muy potente dentro de ellas llamado amor. Y lo supe porque observaba a mi madre.

Me gusta el trabajo. Tengo serios problemas con ello. Crecí creyendo que la semana termina el domingo a mediodía. Dura enseñanza de mi padre. El decía que si te acostumbras a lo difícil, ya estas preparado para lo peor.

El "que razón tenias papá" lo exclamé en mis primeros baches laborales.

Estoy en contra de la violencia. La evito. No la tolero. Me cae mal. Talvéz porque la conocí muy de cerca y no me gustó la manera en la que se sentaba a mi lado. Me oprime. Me pone muy incómodo.

Soy muy amigo de la paciencia. Llevo muchos años de conocerla y creo que me hace falta más tiempo para conocerla en su totalidad. Y no tengo prisa.

Vivo en paz, y así quiero entregar el equipo cuando me llamen. Lo unico que me inquieta son las condiciones en las que lo entregaré. Con menos cabello, con más kilaje, más arrugado, pero de que lo entrego, lo entrego. No gusto de quedarme con lo que no es mío.

Pero mientras eso llega, seguiré viviendo así, tal y como me enseñaron mis padres, transmitiendo a mi sangre, a los míos, que solamente cuando hay constancia, responsabilidad y actitud se puede alcanzar lo que anhelamos.




Derechos Reservados para Luis Alberto Luna León