Cada uno con sus propios mundos y sueños, esos que se construyen bajo el manto de una afable esperanza.
En el aula he podido compartir datos y mi experiencia laboral en cada materia. Todo con el ánimo de que sirvan como guía para orientarlos y permitirles comprender lo explicado frente a grupo.
Sin embargo, una de las cosas que trato siempre de llevar a cabo es continuar en comunicación con los nuevos profesionistas, esos que en el ayer fueron mis alumnos.
Han pasado muchas generaciones frente a mí en un salón de clases. Y tengo la fortuna de que la gran mayoría de ellos me han permitido su amistad y su confianza fuera del aula.
Hoy los temas no son los de la materia en turno. Más bien, nuestras conversaciones van enfocadas a su vida personal y los retos que día a día ellos se establecen en lo laboral.

Ellos seguirán caminando y yo, buscaré el seguir así, tratando de mantener el vínculo con ellos para que me permitan observar como solos se van formando hasta labrar lo que más cuesta en esta vida: un prestigio profesional.
Las etapas del ser humano hay que vivirlas como las va marcando la propia vida. Nunca hay que quedarse estacionado en ellas.
Y en cada charla, en cada café, en cada convivencia que ellos me han permitido, he podido darme cuenta que el creer en sí mismo es la carretera que nos lleva a alcanzar los sueños. Y mis alumnos así me lo han referido.
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