¡Lo dijo Jacobo!
Esa frase era la que en los años ochentas y noventas recorría en
los pasillos del gobierno.
En las oficinas se comentaba la noticia. En las cafeterías y en
las barras de cualquier bar del país era lo que siempre acompañaba a la copa.
¡Lo dijo Jacobo! Así cerraba alguien una discusión o polémica.
Ante esa frase nadie podía ir en contra.
El comunicador de origen polaco era el que comandaba las noticias
en todo México. Su influencia llegó a ser de tal magnitud que el sólo saber que
Jacobo Zabludovsky lo había anunciado en su programa “24 Horas” era suficiente
para considerarla como verdad.
Siempre vistiendo esa corbata negra que, a manera de mito, yo
sabía que era su manera de inconformarse ante la orden recibida: informar
hechos armados a modo.
Y nadie mentía. Jacobo daba la versión oficial de los hechos. Lo
que el gobierno quería que el pueblo de México supiera, era dado a conocer en
su programa vespertino.
Muchos critican a Zabludovsky. La atañen que la desinformación en
México fue producto de su genuflexión ante el gobierno. En su docilidad. En su
complicidad. En su compadrazgo por el poder y para el poder del aparato
gubernamental.
Y el coraje llega a tal grado que una Universidad de México en
pleno año 2015 frenó el proceso para otorgarle el Doctorado Honoris Causa. El
motivo es lo que ya sabemos. No podían distinguir a tan perverso comunicador de
los ochentas. Así fue la óptica usada. Así se veía Jacobo ante los lentes de la
Universidad Veracruzana.
Yo hoy escribo estas letras para hablar no de la muerte de Jacobo,
ya que el solo hecho de su deceso es por demás lamentable para mí. La muerte es
alguien que me cae mal. Su llegada siempre causa dolor, tragedia y sufrimiento.
Pero yo no puedo negar que Jacobo es el reflejo de la constancia.
Del atreverse. Del iniciar a caminar en un periodismo cuando nadie creía en
ello. No existía como profesión y el ya la ejercía. Entrevistó a todos
los grandes. Lo mismo artistas que grandes políticos. Narró hechos tan
importantes como la llegada del hombre a la luna en 1969, como el terremoto de
la Ciudad de México en 1985.
La etapa que más disfruté de él fue en la radio y en su columna
Bucareli, ambas cuando ya se encontraba alejado de la televisión y quizá del
poder.
Ahí pude conocer el periodismo crítico, ácido, combativo que en
Jacobo existía. Y tan seguro estoy que eso había en su interior, que
basta recordar lo que Martha Alicia Chávez dice en su libro “Tu hijo, tu
espejo” para confirmarme el dato.
Abraham Zabludovsky Nerubay, hijo de Jacobo y Sara, es quién deja
ver en su estilo periodístico, lo que en las charlas con su padre había:
inteligencia, información, documentación, valor para decir las cosas. Cosas que
hoy Abraham en su programa de radio y en sus escritos, matiza con un fino sarcasmo
que lo hace deleitable para aquellos que nos gusta ese estilo.
Muchos dicen que Abraham se formó así por ver a su padre callar
ante los hombres del poder. Unos más dicen que era por la impotencia que le
generaba ver doblegado a su padre ante la instrucción del gobierno. Otros dicen
que es así porque ...así es su personalidad y punto. Yo digo que Abraham es la
escuela de su padre Jacobo pero en versión libre.
¡Lo dijo Jacobo! Es una frase que ya no se escucha más. Desde que
dejó de salir en su programa 24 Horas en la televisión mexicana y hoy, al
conocerse su muerte, nos confirma que nunca más volverá.
Se fue Jacobo Zabludosky Kraveski, quien fue contemporáneo de
Dalí, Fuentes, Vargas Llosa, Cantinflas, García Márquez, Chespirito y muchos
íconos más.
Se van los del ayer; como una clara señal de que,
generacionalmente, seguirán los del ahora. Y ahí, formados, nos encontramos
nosotros.
Y esto, no lo dijo Jacobo.