A lo largo de mi vida de alumno, tuve la
oportunidad de conocer a muchos docentes. Desde el nivel primaria hasta el
posgrado interactué con personas que me compartieron información y sus
conocimientos. Algunos basados en su aprendizaje en los libros y otros, quizá los
menos, basados en su propia experiencia laboral.
De ellos obtuve información muy valiosa que me
permitió sortear lo que en mi vida laboral me presentaba como esos “grandes
problemas” a los que nos enfrentamos los que iniciamos un trabajo en alguna
empresa.
Sin embargo, de todos esos docentes, pocos son
los que dejaron huella en mí. Y digo pocos porque tuve muchísimos maestros
delante de los grupos en donde estuve como alumno. Pero en esta ocasión, la
vida laboral me dio la oportunidad de reencontrarme con uno de los que marcó mi
manera de ver mi horizonte laboral.
“Los jóvenes crecen” es un artículo que publiqué
en el mes de marzo del 2009. Y hoy, bajo esos caprichos que la vida nos ofrece,
precisamente en el mes de marzo pero del 2018 publico estas líneas para hacer
manifiesto que muchos jóvenes crecen y cuando lo hacen, saben agradecer a alguien
que aportó bases para su formación profesional.
Tuve la oportunidad de reencontrarme como mi
maestro de nivel preparatoria. Ese que
me enseñó más allá de lo que decía Elías Lara Flores en sus libros de
contabilidad. El C.P. Gilberto Valencia Escamilla y yo coincidimos por
cuestiones profesionales hace pocos días y ese capricho de la vida es un gesto
que agradeceré por siempre.
Muchas han sido las pláticas que se han
desprendido de ese encuentro, y de cada una de ellas he podido seguir haciendo
lo que en el ayer, y me refiero a recoger – dicho metafóricamente – sus experiencias
no solo profesionales sino de vida.
Larga vida para usted, estimado maestro Valencia
Escamilla. Y que sigan sus éxitos.