julio 08, 2018

Perdón, estoy enfermo. Tengo poder.




Muchas personas han asumido cargos públicos, y con ello, han asumido poder. 

Pero estoy seguro que usted conoce a más de un amigo que al hacerlo, ha cambiado su conducta. “Se ha mareado al subirse a un ladrillo”, dice un refrán popular. Y el vértigo que provoca es inmediato. Marea. Atonta.

Esto del “vértigo del ladrillo” lo decimos frecuentemente cuando conocidos nuestros asumen algún cargo publico. De inmediato cambian. Se olvidan de antiguas costumbres y adoptan nuevas. 

Caminan como dioses. Hablan como dioses. Se sienten como dioses. Y lo peor del caso: el cargo público asumido en muchas ocasiones es minúsculo, sin importancia y sobre todo momentáneo. Hoy son y mañana dejarán de serlo.

Pero ¿porqué pasa esto? ¿porqué empiezan a querer ver a todo mundo por arriba del hombro en señal de desprecio o indiferencia? Es importante analizar el origen de ello.

Se trata de un impulso perteneciente no sólo a la raza humana. Según Darwin, en los animales se expresa en general mediante la fuerza muscular, especialmente en los machos, lo que dio lugar a la aparición en la manada del 'macho dominante' y en los humanos se constituyó en una expresión fundamental de su ideología.

Y lo que buscan es sencillo: dominio, real o fantaseado, de un individuo (o un grupo) sobre los que le rodean.

Éste sentimiento va acompañado de una sensación de superioridad sobre los demás. Algunos psicoanalistas lo han llamado "actitud emocional hacia el amor al poder".

Esto en cualquier persona es necesario para que en las sociedades surjan personas que puedan influir en los demás buscando, ante todo, el bien de la comunidad. Pero fácilmente puede distorsionarse y caer en lo destructivo.

En otras palabras, se trata de una necesidad narcisista patológica, es decir, se busca ante todo la satisfacción personal y que los otros se vuelvan instrumentos de esa exigencia mediante el sometimiento y la alabanza. Siendo el narcisismo (autoestima) una tendencia natural a quererse a sí mismo, en estas personas se torna enfermizo, porque se hipertrofia en forma progresiva con el deterioro en el cuidado de los demás.

Sólo se pueden escuchar a sí mismas y oyen a los demás si es para recibir aprobación. ¿Se le hace conocida esta conducta en algunas de sus amistades?

Simultáneamente, y para desgracia de los conocidos del “amigo mareado”, existe otro hecho psicológico que consiste en la presencia de una forma mágico-omnipotente de pensamiento: lo que se desea se debe realizar a toda costa, aunque sea necesario falsear la realidad.

Este tipo de pensamiento es totalmente opuesto al lógico, puesto que este último exige al individuo un acatamiento a la realidad y una renuncia a pensar con el deseo.

Al conjugarse lo narcisístico con lo omnipotente, el contacto con la realidad se va perdiendo y por tanto el "sentimiento de poder" (o lo “mareado”) se torna progresivamente patológico, enfermizo, pues.

La vista se nubla, el ego se inflama, la mirada es altiva. Y no importa quién le acompañe, llámese pareja, familia, institución o sociedad en general. Lo que importa es demostrar la superioridad.

Estas personalidades (narcisista-mágico-omnipotentes) pueden llegar a lo delirante y asumir roles de "dioses", hasta el punto de comportarse y hacer que sus amistades ("súbditos" para ellos) se comporten en ese sentido, lo que les lleva a una situación pseudorreligiosa.

Pero esta conducta no es inventada a propósito. Responde a varios factores. Por ejemplo, sentimientos de inferioridad, que Sigmund Freud atribuyó a severas ansiedades de impotencia que se tratan de compensar con los opuestos, es decir, con sentimientos de omnipotencia (personalidades prepotentes y arrogantes).

También pueden originarse en angustias persecutorias de la infancia (se sintieron perseguidos y reaccionan persiguiendo), experiencias infantiles de sometimiento (de sometidos pasan a sometedores) y depresiones negadas mediante sentimientos de triunfalismo.

Y eso los hace someter a los suyos e imponerles su voluntad a toda costa, apoyándose en los casos extremos en el maltrato psíquico y violencia física.

Una brillante obra de la literatura mundial: El príncipe, de Nicolás Maquiavelo, expone con franqueza diversas formas de este manejo patológico, pero infortunadamente vino a convertirse en el manual de consulta de numerosos políticos desde su aparición en el siglo XVI.

Y, paradójicamente, esto viene a ser el común denominador de la clase política en México. Hoy por hoy vemos desfilar a infinidad de personalidades que se han “mareado” con esos nuevos cargos públicos y desean ser alabados por el pueblo.

¿No se pondrán a pensar que los cargos públicos son para servir al pueblo y no para que este los venere? ¿Serán acaso estos trastornos de la personalidad lo que origina su conducta?

O simplemente será porque, como dicen en mi pueblo: “el que nunca ha comido pastel siempre se emociona con la velita”.


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