diciembre 18, 2020

Está decidido .


 

Hace ya varios ayeres, decidí suspender mis actividades como docente. Tres años se pasaron volando. Como la vida misma.

 

Las razones fueron muchas. Cada una con un peso específico y con la importancia necesaria para aceptarlas. Y en ese entonces decidí hacer “una breve pausa”.

 

Hoy, son muchas más las razones por las que he decidido regresar a las aulas para este 2021. La vida es de metas y retos y así me he trazado a la docencia para este año que está por comenzar y dar continuidad a lo que como catedrático inicié en 1997, año en el que por vez primera estuve frente a un grupo de universitarios.

 

Siempre he creído en la docencia para transformar realidades. La veo como el arma más noble pero más valiosa.

 

Creo que es en las juventudes en donde existe la esperanza de que todo cambie. De que, al compartir información con él o la estudiante, ambos puedan llenar su mochila profesional y enfrentarse a lo que Chiapas y México exige día a día.

 

La docencia es algo que me apasiona. Que me nutre. Que me exige al actualizar mis conocimientos para estar a la altura de lo que los padres de familia esperan que sus hijos o hijas reciban en la universidad.

 

Que me hace sumar esfuerzos con mis colegas docentes para hacer un frente académico único, ese que esté coordinado por los temas a tratar en un mismo grado universitario y no ser simples merolicos de conceptos bibliográficos.

 

No, esa no es la docencia.

 

La docencia debe ser comprometida, responsable y hasta congruente. No coincido con aquellos que, en las aulas, comparten información que nunca han practicado. Conocimiento y experiencia profesional. Sumas que siempre darán resultados positivos.

 

Por ello estoy aquí, insistiendo nuevamente.  Siendo un férreo o un necio catedrático por pretender sumarme a una institución educativa para proponer elementos en la preparación y formación de los universitarios.

 

Queriendo nuevamente aportar para ellos, para los que en un futuro muy cercano, habrán de seguir construyendo el Chiapas que, seguro estoy, todos queremos.

 

Bienvenido 2021, en donde el aula presencial o virtual me permita unirme al talento y convicción que académicos y estudiantes poseen en Chiapas.

 

 

 

 

 


diciembre 15, 2020

Esos demonios


 

Los conozco. Si, uno a uno.

 

He platicado con ellos por años. Y me siento cual niño con juguete nuevo. Siempre agarro a mis demonios internos hasta que me llega el aburrimiento y los dejo colocados en el lugar menos esperado de mi mente.

 

Siempre he creído que me conozco tanto, que sería muy difícil que yo me engañe por voluntad propia.

 

La vida me ha golpeado y me ha sacudido tantas veces que me ha hecho rebotar en mis propias paredes. Y no sé si es bueno o malo. Porque ahí, de rebote en rebote, he estado con ellos, con mis demonios internos. Hemos conversado muchas veces y he de confesar que hoy simpatizo con ellos. Ya no les tengo miedo. 

 

Pero antes todo era distinto. Esos demonios que han hecho de mí lo que encuentro en mi historia. Que me lograron dominar siendo niño. O cuando en la adolescencia no quería expresar mis ideas hasta que lograron sellarme los labios. Si, me sujetaban de los cabellos y hacían de mi lo que ellos querían.

 

Fueron tantas cosas que por ellos no me atreví a realizar y pocas fueron las que a pesar de ellos logré concretar. Pero nada de lo que hice en el ayer fue grave. Hoy tengo la tranquilidad de que no hay cosas de las cuales me pueda avergonzar.

 

Esos miedos que han formado parte de mi vida son, quizá los más leales a mi persona. Leales y fieles. Jamás se irán de mi lado. Nunca me han abandonado. Esos demonios que no me dejaban ser feliz. Que no me permitían dar el paso. Que bloqueaban mis instintos. Que me generaban miedo. 

 

Y a pesar de que muchos de ellos han estado calmados, los tengo, viven en mí. Pero hoy todo ha cambiado. Los he encerrado en una prisión de máxima seguridad ya que existen sin autogobierno. A diferencia del ayer, hoy los controlo.

 

Y están en paz.


Y aunque mañana puedan acelerarse y realizarme un motín haciendo a mis  sirenas emocionales ulular como señal de que el peligro está por llegar, estoy tranquilo.


Porque hoy ya no existen sorpresas. La vida me ha violentado tanto que sé los giros de cadera que debo realizar para no recibir el derechazo que esos demonios me pretenderán propinar.

 

Mis reflejos emocionales han estado en el gimnasio y día a día están más fuertes, más atentos.

 

Quizá han sido muchas las veces que tuve que levantar la piedra que bloqueaba el camino, que indirectamente mis brazos se ejercitaron. Ya no me canso.

 

Lo que siempre me ponía mal era el miedo, a veces miedo de la cosa, a veces miedo del propio miedo. 


Y cuando tenemos miedo, nos sentimos impotentes, carentes de recursos y completamente paralizados.

 

Como si algo absorbiera nuestro poder personal y lo situase ante aquello que tememos para no actuar. Nos congelamos. Nos quedamos mudos, atónitos, sin poder dar un paso o emitir queja alguna. 

 

Todo por el miedo a perder eso que no tenemos. Todo por alejarnos de lo que nunca ha estado con nosotros. Miedo al apego de lo que no importa. De lo que no necesitamos. De todo aquello que sólo está en nuestra mente.

 

Nuestras fortalezas jamás brillarán cuando nuestros miedos nos buscan dominar. Y somos nosotros mismos los que debemos enfrentarlos. Nadie podrá asumir esa responsabilidad. Y lo debemos de hacer para poder avanzar.

 

Tonto aquél que conociendo a sus demonios les permita manipularlo a tal grado que sean ellos los que controlen su actuar.

 

Por ello, mi ahora está inundado de momentos de descanso. Quizá en algún lugar de mi futuro me lleguen a explotar en las manos. No lo sé.

 

Pero hoy he decidido a tomar las riendas de mi carruaje emocional. De ser yo quien dirija los caballos. Ser más feliz, más libre. Dándome los permisos que antes no me daba. Ser yo quien controle las cosas. De que sean mis manos y mi criterio el que me encamine hacia lo que realmente me haga feliz.

 

Y entre más más me conozco, mis demonios internos se quedarán sentados, ahora ellos paralizados, observando como tomo con mis manos sus mejillas y les dibujo una mueca a manera de sonrisa a mi antojo; dominándolos.

Porque no quiero llegar al día del juicio final, cuando esté sentado ante ese ser supremo y me pregunte si fui pleno y feliz en mi vida, yo tenga que contestarle que por mis miedos nunca lo fui. 

 

Por eso hoy, mi yo interno vive feliz, crece pleno y sin sobresaltos para poder caminar en paz. Esa paz y esa felicidad que desde hace mucho tiempo, me merecía y me merezco así, sin más. 

 

diciembre 14, 2020

¿Más claro? imposible.


 

A muchos no les ha quedado claro.


Para ellos, esta caricatura. 


Cuando las letras no son suficientes, están las peras y las 

manzanas.


La preparación.


 

Gracias a Samuel Camacho por invitarme a su programa "Régimen Empresarial" para hablar "del aula a la empresa", tramo indispensable en el que los universitarios dejarán ver su talento y su proceso de adaptación para convertirse en grandes profesionistas.

 

Para construir a Chiapas se necesita de todos, incluso de aquellos docentes que están en las aulas universitarias. Desde ahí hay que impulsar a la juventud para hacer de ésta una mejor sociedad.