Hace poco tiempo me preguntaron si para escribir mis remedos
de historias me basaba en alguien en especial.
Y me lo preguntan porque deducen que en cada historia que
escribo soy yo el personaje. Que cada vivencia plasmada en mis letras son el
reflejo de mi propia vida. De cosas que me suceden a mí y sólo a mí.
Por ello, he tenido serios conflictos porque en mis historias plasmo pasajes de amor, de desamor, de celos e incluso de añoranzas por un suceso o momento. Y el reclamo se me estampa en la cara.
Estoy seguro que Edgar Allan Poe nunca vivió sus historias de
terror, y mucho menos Lukas Bárfuss tuvo que suicidarse para escribir su libro “Koala”.
En fin, aquí dejo este texto que describe perfectamente mi
respuesta. A la manera de Murakami.
Y mientras esto pasa, seguiré asumiendo que para el mundo, yo
soy el personaje de todas mis historias y que mis letras son pasos errantes de
mi propia vida.
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