A veces la vida nos lleva por caminos donde experimentamos el dolor o pérdidas,
ya sea al perder a quienes amamos, nuestros sueños, nuestra esperanza, o
incluso nuestra fe en nosotros mismos.
Es natural sentir que el peso de
la tristeza nos hunda, pero es en esos momentos de oscuridad donde la luz se
hace más brillante.
Cuando creemos que no podemos más,
cuando sentimos que hemos tocado fondo, hay algo más grande que nos sostiene,
nos renueva y nos da la fuerza para seguir adelante.
El amor de
Dios es nuestra fuente de sanación, restauración y esperanza. En medio de
la tormenta, él es el faro que nos guía, recordándonos que siempre hay algo más
allá, un propósito más grande y un futuro lleno de luz.
Hoy, recuerda que puedes superar cualquier adversidad, que la vida siempre
ofrece una nueva oportunidad, y que nunca estamos solos en el camino.
Pero para lograrlo, debes de
analizar todo aquello que existe en tu interior, para identificar que es lo que
debes de cambiar. Porque no hay peor error, que creer que nada de lo que existe
en nosotros nos impide alcanzar eso que nos hemos trazado para nuestra vida.
¿Qué queremos para nuestra vida?
¿Qué anhelos y sueños tenemos?
¿Que metas tienes para ti y para tu futuro?
Pero si no es así, piensa bien las cosas. Podrías dañar a muchas personas que te aman pero que no están alineadas a lo que quieres para tu vida.
El daño llegará sólo por el hecho de no tomar decisiones para soltarlos y dejarlos ir de tu vida.
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