agosto 27, 2014

La honradez intelectual



Por: Luis Alberto Luna León

"El primer requisito en la política es la honradez intelectual. Si no existe honradez intelectual, todo lo demás es inútil".

Éstas fueron las palabras de un personaje polémico para aquellos que no caminan con la verdad a cuestas. Un personaje problemático para aquellos que buscan la ruta fácil. Un personaje populista para aquellos que no gozan de la aceptación de la sociedad.

Un personaje criticado por hablar con la verdad, por señalar las causas del problema sin palabras rebuscadas, por aceptar errores, por elevar la voz por aquellos que gobierna. Esto es lo que quizá muchos opinan de José Mujica.

En lo personal, yo coincido con él. Y es que el Presidente de Uruguay es por demás sui generis. Vive en su propia casa y no en la presidencial. Maneja su propio auto y no el presidencial. Habla con lenguaje coloquial y no con el lenguaje presidencial. En resumen: vive en un mundo real y no en el presidencial.

Y para no salirme de la frase que José Mujica pronunciara al reconocer que ese fue el impedimento para mejorar la educación en su país, hoy quiero traspolar su frase a otras áreas de la vida, y me refiero a lo laboral.

La honradez intelectual es algo que no sólo debe ser requisito en la política. Hoy debería de ser un requisito que aplicara a diversas áreas de nuestra movida y vertiginosa vida.

Hoy muchos deberíamos de hacer un análisis para identificar si contamos con los conocimientos profesionales para desarrollar nuestro trabajo. Si estamos capacitados para desempeñar nuestra labor. Para saber si no jugamos a que hacemos las cosas.

Directivos y empleados. A todos por igual. Así debería de ser. Lamentablemente el “debería de ser” es avasallado por el “así es”. El deseo se olvida ante la cruda realidad.

Improvisados, jugando a trabajar, haciendo las cosas sin fundamentos, sin nada que respalde su actuar, así es el perfil de aquel que ocupa un espacio en el organigrama empresarial. Aprendices de nada y cobradores de todo. No saben hacer nada pero puntualmente cobran un sueldo que no se merecen.

Y así es la gran mayoría del que desarrolla un trabajo profesional tanto en el sector público como en la empresa privado. Y ofrezco una disculpa a las honrosas excepciones que me consta existen en las empresas en México. Pero fuera de ellos, estamos ubicados ante una aplastante mayoría. 

“No lo sé hacer, pero aprendo rápido”. Es la frase que se avienta a la mesa en las entrevistas de trabajo cuando buscamos empleo. La necesidad es grande para todos, pero creo que los espacios laborales deben de ser para aquellos que se preparan para esas oportunidades. El esfuerzo y la preparación debería ser recompensado y reconocido.

Y nada me daría más gusto que esos que lograron ser contratados sin reunir un perfil profesional acorde para el cargo, se prepararan, se capacitaran, se adiestraran en el camino ya como directivos. Pero nada de eso sucede. Ya están contratados y ¿la preparación? Esa no importó. Al olvido.

Vaya, sin preparación y sin habilidad directiva. Sin saber mover las piezas en su equipo de trabajo para que los objetivos se logren alcanzar. Eso que la administración ha denominado "empowerment" y que muchos desconocen. Tristemente esto no pasa y no pasará.

Porque es aquí en donde me surgen preguntas...¿quién se atreve a autoevaluarse y reconocer que no es apto para el desempeño de su trabajo?¿Quién es lo suficientemente honrado para reconocer que su preparación profesional no le permite ocupar el cargo directivo que hoy ocupa?

Difícil razonamiento en un mundo en donde la economía golpea a todos los bolsillos. Y cómo estas preguntas son sólo parte de una utopía, sigamos viviendo la realidad. Aunque esta realidad nos hunda día a día.






agosto 22, 2014

Carolina Fonseca. Rodando por causas

Por: Luis Alberto Luna León

La sociedad hoy en día tiene fincadas esperanzas en los jóvenes. Y creo que es así porque existe una total codependencia entre ambas partes, ya que la sociedad está esperanzada en la juventud para ser, al final, una mejor sociedad.

Hoy muchos jóvenes se encuentran realizando acciones que llevan un beneficio más allá del personal. El egoísmo y el recelo son factores que ya se están desechando para dar paso a la unión y el compañerismo.

Carolina Fonseca es un claro ejemplo de lo que aquí describo. Joven, mujer, chef, madre de familia, con responsabilidades, profesional, sincera y directa. Esas son las pinceladas que dibujan la esencia de la chiapaneca que se encuentra rodando por la ciudad. El mundo de la bicicleta es y será por siempre su pasión.

Por ello le hicimos llegar la invitación para que a través de Reflejos Péndulo Radio, pudiera compartirnos sus vivencias en este impresionante mundo del “pedaleo”, como ella misma le llama al gusto por el uso de la bicicleta.

Carolina Fonseca es actualmente la que preside a la asociación de “Insolente Chiapas”, un grupo de ciclistas en activo en Tuxtla Gutiérrez. Y es necesario mencionar que de insolentes no tienen nada. Por el contrario, han realizado por más de tres años diversas actividades en beneficio de muchas causas sociales.

Colectas de juguetes para niños de escasos recursos, de conciencia social por el medio ambiente, por la amistad, colectas de útiles escolares y ropa  para niños de comunidades de alta marginación y pobreza, rodadas por la conciencia al respeto del ciclista y hasta rodadas de mujeres en tacones son solo algunas de las actividades que han llevado a cabo para exaltar la importancia del uso de la bicicleta en beneficio de la salud. El motivo es importante, pero lo es más el rodar y pedalear.

Y ya no son solo mujeres profesionistas las que forman parte de Insolente Chiapas. Niñas, niños, adolescentes, amas de casa y estudiantes -por citar algunos- forman parte de esta familia, mismos que han respondido al llamado del grupo que Insolente Chiapas ha realizado a través de Carolina Fonseca.

“Un evento para mi representa revisar la logística, el apoyo de las autoridades municipales, la convocatoria en las redes sociales, y el organizar desde antes y hasta después de terminado el evento. Es complicado, pero cuando haces las cosas por amor, no te resulta pesado hacerlo”. 

Con esa mentalidad y con esa convicción Carolina Fonseca se encuentra moviendo a la sociedad de Tuxtla Gutiérrez en pro del ciclismo, de la salud y de la diversión sana.

Insolente Chiapas está avanzando. Muchos son los municipios que se han sumado a ese nombre y a ésta afición por la bicicleta buscando en ello la unión, la amistad, la salud y el deporte.

Una entrevista por demás interesante la que Carolina nos permitió realizar en el programa, en la que pudimos conversar sobre su papel de madre, de su visión sobre lo que se necesita para mejorar el mundo de la bicicleta y hasta de su afición por la fotografía. 

Una entrevista en la que su manera de conversar hizo no darnos cuenta que la hora de duración del programa había culminado y en donde Carolina envía el claro mensaje que cuando hay amor por hacer las cosas, no existen límites ni barreras que impidan realizarlas.

Ojalá sea de su completo interés.




Y aquí les dejo la invitación para que nos acompañen el próximo lunes a las 7 de la noche a través de www.pendulodechiapas.com.mx. 



agosto 15, 2014

Cuento 4. La sangre de Odiseo


Por: Luis Alberto Luna León


Con la puesta en marcha del negocio, un objetivo más se había alcanzado en la vida de Odiseo. Es del tipo de hombres que debe de tener mucho cuidado con lo que piensa, porque sus deseos de triunfar los vuelve realidad.

Cada meta, cada línea trazada, cada punto de llegada imaginado o propuesto había sido cumplido. El confiaba mucho en la virgen de Guadalupe y a ella se encomendaba siempre. 

Confiaba porque sabía que al juntar su fe con su capacidad de trabajo, cualquier cosa la obtendría. Y es que para él no había domingos ni días festivos. Todos los días eran para trabajar. Con esa filosofía de vida creció. Desde muy chico aprendió eso, y lo hizo exactamente cuando empezó a trabajar boleando zapatos. Nunca tuvo estudios. El tercer grado de primaria fue su mayor triunfo escolar. Y llegó hasta ese nivel por insistencia de su madre. Las “cuerizas” por no asistir a clases eran cosas de todos los amaneceres.

Por ello, vencida y cansada de esa problemática, doña Mariana –su madre- decidió sacarlo de la escuela. Y es que hasta sus oídos llegaba la noticia que Odiseo siempre se escapaba de la escuela. Las pozas eran el destino perfecto para “irse de pinta”.

Con los amigos y acompañado de sus resorteras, iban a nadar a esas aguas represadas de lluvia y rodeadas de palos de mango. Y hasta allá tenía que ir doña Mariana a buscarlo para jalarle las orejas y llevarlo a casa.

Para Odiseo, no había premio más preciado que, después de nadar y aventarse sus buenos clavados, se sentaban a chapotear los pies a la orilla de la poza y comer el mango verde con sal derribado con la primera piedra que entrara en la resortera.

Por más que doña Mariana insistía en que Odiseo estudiara, todo era inútil. Odiseo no quería acudir a la escuela. Era un niño que solo gustaba de hacer amigos, nadar, cortar rosas e intercambiarlas por dulces con Cuquita, la niña que atendía la vendimia afuera de la primaria. 

Aunque muchos cuentan que no siempre hacía eso. Dicen que Odiseo entregaba una rosa pero guardaba dos. Y lo hacía con mucho cuidado para que Cuquita no se percatara de ello. El reservaba esas dos rosas para su amor platónico. Si, el tenia un amor imposible. Y era algo que no se lo contaba ni a Enrique, su mejor amigo. 

-Para quien son esas rosas, Odiseo –preguntaba Enrique al tiempo que lo tomaba del brazo para aminorar su marcha.

-No te lo diré. No quiero que sepas. Es un secreto.

-Ya, anda, dime para quien son. Prometo no decirlo con nadie.

-No insistas. No diré nada.

-Si no me dices, le diré a la niña de los dulces que tienes otra novia.

-Este…bueno, te lo diré…ejem… son…¡para la virgen de Guadalupe!

Enrique le creyó. Y con ese misterio a cuestas, Odiseo le llevaba las rosas a su amor callado. Ese que solo el sabía y que no compartiría con nadie.

Tiempo después se supo que las rosas en realidad las entregaba a la hija de su maestra. Una niña de cabello negro y de ojos grandes, con unas cejas gruesas y de coletas arriba de las orejas. Ella había cautivado el corazón de Odiseo desde que su maestra la llevó como invitada a un festival que realizaron en la escuela.

Pero el jamás le hizo saber de sus sentimientos. Solo enviaba esas rosas. La veía como inalcanzable, algo imposible. Estaba consciente que la pobreza era algo que ya lo había golpeado muchas veces.

Y es que él, a pesar de su corta edad, ya empezaba a demostrar su madurez. Sabía que ella era una “niña bien” y que él estaba por debajo de su posición.

Odiseo se preguntaba: ¿quién se va a fijar en un niño de pantalones rotos y de huaraches de cuero?

Una vez más, la falta de dinero le hacia una jugarreta. Por mucho tiempo el cerró los labios. Calló sus más puros sentimientos. Y esa sensación de impotencia por no tener dinero, hizo que en el despertara otro sentimiento. Quizá el que le vino a definir su personalidad para toda su vida. La ambición.

Odiseo se juró trabajar muy duro. Algún día iba a tener lo que en ese momento le impedía tener el amor de una niña. El se proyectó trabajar para ser alguien. Con ese nuevo matiz en su personalidad y con el recuerdo de aquel “trueque” infantil de rosas por dulces, fue conociendo el comercio hasta poner su propia empresa.


Cuento 5. La mirada de Blanca

Cuento 2 La aventura