Por: Luis Alberto Luna León
"El primer requisito en la política es la honradez
intelectual. Si no existe honradez intelectual, todo lo demás es inútil".
Éstas fueron las palabras de
un personaje polémico para aquellos que no caminan con la verdad a cuestas. Un
personaje problemático para aquellos que buscan la ruta fácil. Un personaje
populista para aquellos que no gozan de la aceptación de la sociedad.
Un personaje criticado por hablar
con la verdad, por señalar las causas del problema sin palabras rebuscadas, por
aceptar errores, por elevar la voz por aquellos que gobierna. Esto es lo que
quizá muchos opinan de José Mujica.
En lo personal, yo coincido con él. Y es que el Presidente de
Uruguay es por demás sui generis. Vive en su propia casa y no en la
presidencial. Maneja su propio auto y no el presidencial. Habla con lenguaje coloquial y no con el lenguaje presidencial. En resumen: vive en un mundo real y no en el presidencial.
Y para no salirme de la
frase que José Mujica pronunciara al reconocer que ese fue el impedimento para
mejorar la educación en su país, hoy quiero traspolar su frase a otras áreas de la vida, y me refiero a lo laboral.
La honradez intelectual es
algo que no sólo debe ser requisito en la política. Hoy debería de ser un
requisito que aplicara a diversas áreas de nuestra movida y vertiginosa vida.
Hoy muchos deberíamos de
hacer un análisis para identificar si contamos con los conocimientos
profesionales para desarrollar nuestro trabajo. Si estamos capacitados para
desempeñar nuestra labor. Para saber si no jugamos a que hacemos las cosas.
Directivos y empleados. A
todos por igual. Así debería de ser. Lamentablemente el “debería
de ser” es avasallado por el “así es”. El deseo se olvida ante la cruda
realidad.
Improvisados, jugando a
trabajar, haciendo las cosas sin fundamentos, sin nada que respalde su actuar,
así es el perfil de aquel que ocupa un espacio en el organigrama empresarial. Aprendices
de nada y cobradores de todo. No saben hacer nada pero puntualmente cobran un
sueldo que no se merecen.
Y así es la gran mayoría del
que desarrolla un trabajo profesional tanto en el sector público como en la
empresa privado. Y ofrezco una disculpa a las honrosas excepciones que me consta existen en las empresas en México. Pero fuera de ellos, estamos ubicados ante una aplastante mayoría.
“No lo sé hacer, pero
aprendo rápido”. Es la frase que se avienta a la mesa en las entrevistas de
trabajo cuando buscamos empleo. La necesidad es grande para todos, pero creo
que los espacios laborales deben de ser para aquellos que se preparan para esas
oportunidades. El esfuerzo y la preparación debería ser recompensado y reconocido.
Y nada me daría más gusto que esos que lograron ser contratados sin reunir un perfil profesional acorde para el cargo, se prepararan, se capacitaran, se adiestraran en el camino ya como directivos. Pero nada de eso sucede. Ya están contratados y ¿la preparación? Esa no importó. Al olvido.
Vaya, sin preparación y sin habilidad directiva. Sin saber mover las piezas en su equipo de trabajo para que los objetivos se logren alcanzar. Eso que la administración ha denominado "empowerment" y que muchos desconocen. Tristemente esto no pasa y no pasará.
Porque es aquí en donde me surgen preguntas...¿quién se atreve a
autoevaluarse y reconocer que no es apto para el desempeño de su trabajo?¿Quién
es lo suficientemente honrado para reconocer que su preparación profesional no
le permite ocupar el cargo directivo que hoy ocupa?
Difícil razonamiento en un
mundo en donde la economía golpea a todos los bolsillos. Y cómo estas preguntas son sólo parte de una utopía, sigamos viviendo la realidad. Aunque esta realidad nos hunda día a día.