Y hoy
aquí, compartiendo un texto de la escritora mexicana Ángeles Mastretta.
Un
texto que refleja dos de mis pasiones.
La búsqueda de la buena escritura y, además, el gran valor que tiene la mujer en lo
individual para trascender a lo social.
Al fin, su marido se cansó de quedar bien con ella y se fue a quedar bien con alguien más.
Los
primeros días Ofelia sintió la soledad como un cuchillo y se tuvo tanta pena
que andaba por la casa a ratos ruborizada y a ratos pálida.
Luego
se hizo al ánimo de aceptar que el hombre de toda su vida se hubiera sentido
con tiempo para iniciar otra vida en otra parte y hasta le pareció conmovedor
haberse casado con alguien a quien los años le alcanzaban para tanto.
Pensando
en eso anduvo por la casa poniendo en orden el desorden, buscando otro modo de
ver el mundo, para empezar, por desde dónde iba a verlo.
Un día
cambió los cuadros de pared, otro regaló sillas del comedor que de tanto ser modernas
pasaron de moda.
Luego
mandó su colchón grande a un asilo en el que dormirían dos viejitos aún
enamorados y se compró una cama sobria y en paz como su nueva vida. Al último
arremetió contra su sala, segura de que urgía cambiar la tela de los sillones.
El
tapicero llegó al mismo tiempo en que a ella le entregaron por escrito la
petición formal de divorcio. La puso a un lado para pensar en cosas más
tangibles que el desamor en ocho letras.
Trajinó
en un muestrario buscando un color nuevo y cuando se decidió por el verde
pálido el tapicero llamó a dos ayudantes que levantaron los muebles rumbo al
taller.
Junto
con ese ajuar se iba el paisaje que había reinado en su casa los pasados diez
años. Ofelia los vio irse y siguió con la mirada el rastro de cositas que iban
saliendo de entre los cojines: un botón, dos alfileres, una pluma que ya no
pintaba, unas llaves de quién sabe dónde, un boleto de Bellas Artes que nunca
encontraron a tiempo para llegar a la función, el rabo de unos anteojos, dos
almendras que fueron botana y un papelito color de rosa, doblado en cuatro, que
Ofelia recogió con el mismo sosiego con que había ido recogiendo los demás
triques.
Lo
desdobló. Tenía escrito un recado con letras grandes e imprecisas que decía:
"Corazón: has lo que lo que tu quieras, lo que mas quieras, has lo que tu
decidas, has lo que mas te convenga, has lo que sientas mejor para todos".
¿Has?
dijo Ofelia en voz alta. ¿Su marido se había ido con una mujer que escribía haz
de hacer con has de haber?, ¿con una que no le ponía el acento a tú el
pronombre y lo volvía tu el adjetivo?, ¿con alguien capaz de confundir el más
de cantidad con el mas de no obstante?
La
ortografía es una forma sutil de la elegancia de alma, quien no la tiene puede
vivir en donde se le dé la gana.
Según
el pliego que debía firmar, la causa del divorcio era incompatibilidad de
caracteres. Nada más cierto, pensó ella. La ortografía es carácter. Firmó.