Siempre
he creído que en cada uno de nosotros habita un mago. No sé exactamente en dónde. Está escondido.
Los
seres humanos tendemos a mandar todo al olvido. Desde aquello que nos hizo daño
o bien, que nos hizo felices. Olvidamos todo muy rápido. O al menos eso
creemos.
Y me preocupa
la manera tan fácil como olvidamos.
El
programa de Chabelo que pasaba los domingos por la tele. Las películas de Pedro
Infante o de Cantinflas. El robot XL3 que tuve siendo niño. El coche
convertible azul en el que se paseaban las muchachitas en la novela que
protagonizó Kate del Castillo antes de ser la Reyna del Sur. Las corretizas que
le pegaba Ruffo el coyote al correcaminos en aquella caricatura de mi época. Las
películas en formato VHS. Los casetes de música, los chilitos aquellos que se
vendían afuera de mi escuela secundaria. Aquella frase de “ciérraleeeee” que le
gritaban a manera de burla a los gorditos por el comercial de televisión en el
que pedían cuidar el agua. Las pistas para bailar en las discotecas y hasta las
discotecas mismas se han ido al olvido.
A
quien nos ayudó en los momentos de desgracia e incluso se ha ido al olvido aquel
amor que nos hacía sentir mariposas en el estómago por todo lo que a su lado
vivimos. Olvidamos todo.
Sin
embargo, en honor a la verdad, creo que nada podremos olvidar, aunque nos
empeñemos en ello. Todos tenemos el mago del olvido que te hace nuevamente
vivirlo.
Y es
que cada cosa estará en nuestra mente. Intacta. Como si nuestra memoria se
tratase de una celda de máxima seguridad protegida contra escapes.
Y en
el momento menos esperado volveremos a nuestros recuerdos. Y volveremos a recordar
las veces que Pedro Infante gritaba “toritoooooo” en aquella película blanco y
negro. Y volveremos a querer “catafixiar” lo que estaba en la bolsa izquierda
por lo que se tenía en la bolsa derecha. Y volveremos a sentir nostalgia con
solo leer la letra de aquella canción de Soda Stereo que decía…
…”No
tenemos donde ir
Somos como un área devastada
Carreteras sin sentido
Religiones sin motivo
Como podremos sobrevivir”…
Y así como la música, todo vuelve a vivirse
como si fuera el momento en el que por primera vez pasó.
Y vuelve sin avisar. Volvemos a sentir lo que
sentimos cuando conocimos por primera vez a esa persona que nos hizo vibrar.
Recordaremos cada calle caminada a su lado.
Cada lluvia dentro del auto. Cada beso y cada caricia. Cada escena vivida, cada
sonrisa, cada carcajada. Las llamadas telefónicas que nos alegraban el momento.
Cada conversación. Aquellas pláticas interminables al lado de una copa. Incluso
cada reconciliación coronada por esos mágicos besos. Si. Todo vuelve a vivirse.
Por eso creo que nadie olvida nada.
Natalia Lafourcade lo sabe cuándo dice en sus
letras…
…” Yo te llevo dentro
Hasta la raíz
Y, por más que crezca
Vas a estar aquí
O que yo me oculte tras la
montaña
Y encuentre un campo lleno de caña
No habrá manera, mi rayo de luna, que tú te vayas
Que tú te vayas”…
Así son los recuerdos. Y así creemos que es el
olvido.
Pero no. Se aprende a vivir sin todo eso que
nos fascinaba. Nos mentalizamos a tal grado, que decidimos poner “contacto cero”
con todo aquello que según, nos hizo daño.
Pero en el fondo, muy en el fondo, nada
mandamos al olvido. Ese genio del olvido nos lo impide de tal forma que
volvemos a vivir y a sentir con solo pensar en esos ayeres.
Lo tenemos tan vivo y tan cercano, que
preferimos dejar de pensar, de ver o escuchar su simple voz porque de hacerlo,
nos volverá a emocionar a tal grado de sentirnos felices y hacernos
sonreír.
Nada
es tan bueno, y tampoco nada es tan malo. Cada cosa nos aporta algo. Y si al
recordar lloramos o sonreímos, quizá nos aportó felicidad. Porque llorar no
siempre es sinónimo de que todo fue gris. Se llora porque tenemos una mezcla de
sentimientos y de recuerdos que se agolpan como aves que pretenden salir al
mismo tiempo en una pequeña ventana hacia la luz.
Debo
confesar que ya estoy graduado en tristeza y tengo maestría en aceptar lo que
la vida me ponga en el camino.
Hay
personas que se empeñan en alejarse tanto del otro, que se olvidan que el mundo
es redondo.
Las
etapas son parte de nuestra formación. A eso le apuestan los docentes en las
escuelas. Y muchos maestros serán recordados por siempre. Y en la vida, también
pasa igual.
Pero creo que olvidar, eso nunca pasará.
Y todo gracias, al mago del olvido.