Me encuentro en una habitación, a media luz.
Cerca de mí se encuentra mi hermanita. Y estamos a la espera de que todo
avance satisfactoriamente en la salud de mi mamá.
Y en este lapso, me pongo a conversar con quien yo jugaba siendo niño.
Hoy, su plática y su opinión de mujer, es muy valiosa para mí. Ver las
cosas desde diferentes ópticas es algo que yo siempre procuro.
Chimamanda Adichie, una escritora nigeriana, dictó una conferencia que
se encuentra en youtube que la llamó "El peligro de la historia
única".
Y lo que esa escritora expresa, viene a confirmar lo que siempre he
pensado... "una golondrina no hace verano". Pasa lo mismo con las
opiniones: una opinión no nos define. Todo acto o suceso tiene varias formas de
verlo. Diferentes perspectivas.
Y dentro de nuestra conversación, abordamos varios temas. Y uno de ellos
fue el tema de la espera.
Ahí nos centramos en esperar la mejoría de mi mamá y, ante ello, le
comenté sobre un cuento de un escritor argentino que es de mis favoritos. Y me
refiero a Jorge Bucay.
Aquí les comparto este hermoso cuento que usa al amor como el vehículo
para transportarnos y hacernos ver que esperar, o hacer esperar, es algo tan
valioso como el propio amor.
Aquí el texto :
Érase una vez una preciosa princesa que buscaba con quien casarse. Su
padre le presentaba nobles y príncipes de todos los reinos cercanos, pero ella
quería encontrar el amor verdadero.
Por eso, propuso al rey que se casaría con el joven (noble o no) que se
quedara durante un año al otro lado del muro de su habitación, esperando que
ella lo eligiera. De esa forma conocería a la persona capaz de dejarlo todo por
su amor, el joven que de verdad la quisiera con todo su corazón.
Así, el rey hizo el anuncio y se presentaron miles de jóvenes. Todos
llegaron con mucho ánimo, pero enseguida comenzó el frío invernal, y la falta
de alimentos y cobijo.
Muchos de los pretendientes decidieron que el amor de la princesa no
valía la pena y se marcharon a sus casas.
Cuando llegó el verano, la comida y el agua eran prácticamente
inexistentes, y el calor hizo que casi todos se marchasen finalmente a sus
hogares.
Solo un joven decidió quedarse, ya que amaba en secreto a la princesa
desde la primera vez que la vio. No era noble, y esa era su única oportunidad
de conseguir su amor, así que se mantuvo allí.
La princesa se fijó en él, y no tardó mucho en picarle la curiosidad y
querer conocerle. Se disfrazó de campesina, y cada semana le visitaba con agua
y alimentos. Poco a poco fue conociéndole, y dándose cuenta de que aquel joven
la amaba de verdad.
Unos meses antes de que se cumpliera un año, la princesa ya había
decidido que al terminar el tiempo establecido se casaría con él, y así se lo
hizo saber a su padre.
El rey se puso muy contento y comenzó los preparativos, avisando al
joven de que su presencia era requerida en la sala del trono el día que se
cumplía un año del comienzo.
Cuando ya solo le quedaban unas horas para cumplir un año, el joven se
levantó del sitio en el que había pasado los últimos 364 días, y se marchó a su
casa.
Su madre, extrañada, le preguntó por qué no había podido aguantar unas
horas más, si ya había sido capaz de soportar casi un año con tal de casarse
con su amada princesa.
El joven, abatido, le contestó que le habían contado que la princesa
llevaba meses visitándole, y que había decidido casarse con él, pero aún así,
ella no le había evitado el sufrimiento de pasar allí hasta la última de las
noches y los días correspondientes.
La princesa había decidido que le amaba, pero no lo suficiente para
dejar de hacerlo esperar hasta cumplir el año y no hacerle sufrir más.
Una persona así no merecía que se sufriera por ella, aunque fuese la
princesa a la que amaba desde niño. "Una persona tan egoísta, ciega y
desconsiderada no merece mi amor", le expresó el joven a su madre.
Esta corta historia nos muestra cómo una persona que verdaderamente te
ama, si puede evitarte una noche de sufrimiento, lo hará. En todas las
relaciones hay momentos bajos, e incluso momentos de dolor; el problema llega
cuando la otra persona, aún sabiendo que su ausencia y la espera te produce
dolor, no deja de hacerlo conscientemente y, peor aún, te observa sin hacer
algo, igual que la princesa observaba al joven.
Cuando estás en una relación, y te das cuenta de que pudiendo evitarte
una mínima parte de sufrimiento, el otro no lo hace, es porque todo se ha
terminado.
Por ello, a todos aquellos que sean importantes para nuestras vidas,
jamás los hagamos esperar y mucho menos, los dejemos esperando de un te amo, de
una caricia, o de hacerle saber lo mucho que los necesitamos.
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