diciembre 13, 2012

Todo en oferta

Siempre he creído que nada es para siempre. Y la naturaleza es mi referente. 

Hoy observas un paisaje, lo admiras, te absorbes de su esencia, te emocionas y hasta te enamoras de tu pareja con ese paisaje y lo colocas de fondo en la foto del recuerdo. 

Pero mañana, ese paisaje se ha transformado. Ya es otro. Lo desconoces. Pero todo sigue ahí con diferentes matices. El cielo no se ha ido y las nubes lo acompañan quizá con diferente color.

Así sucede con todo. Y por ello, debemos de estar mentalizados para aceptar que los cambios son parte de la vida misma. Que nada es para siempre. 

Sin embargo, hay que subrayar algo. Todo cambia sin perder su esencia, sin olvidar lo que le da vida por sí mismo. 

Así pues, los animales crecen sin perder su instinto. Las flores crecen y hasta mueren sin dejar de ser flores. Muchos dicen que los felinos en su último suspiro sacan sus garras. Que la avispa muere con el aguijón de fuera y con la gota de veneno en su punta. Que el zorrillo muere expulsando su pestilente líquido y hasta los alacranes moribundos mueven la cola intentando picar hasta la llegada de su último aliento. 

Nadie cambia. Todo se lleva hasta el final. Lo que te forma y te distingue muere contigo.

Pero el ser humano es punto y aparte. Todos cambian. Ponen sus principios en una mochila ligera por si hay que dejarla botada en el camino.

Enojo, tristeza o decepción. Sentimientos que nos afloran cuando vemos una persona cercana a nosotros y nos deja ver que ha cambiado de piel, como las víboras.

Hoy estoy observando como en los procesos de cambio, ya sea laboral o profesional, algunos ponen en oferta a sus principios para colocarlos en el aparador al alcance de cualquier postor. Quien pague más se los lleva.

Y con las manos metafóricamente atadas seguiré aquí, como simple espectador de cuantos son los que nos guardamos nuestros principios y valores, alejándonos del grupo que ha decidido poner en oferta su propia esencia, dejando ver que solo bastó el abanicar de unos billetes en la cara para intercambiar a sus principios por una plaza laboral.

Y pensar que al final, los menos son los más.

octubre 31, 2012

Muestra del Libro Chiapas-Centroamérica 2012

El programa de actividades que la Universidad Autónoma de Chiapas ha considerado como parte del impulso a la Cultura. Ojalá puedan asistir. 



octubre 15, 2012

Cuando el hábito hace al monje


Debo de reconocer que tardé en publicar este escrito. Ya lo había redactado desde hace un buen rato y lo tenía reservado para un acontecimiento que valiera la pena.

Nunca me imaginé que la muerte fuera el motivo para que yo me animara a publicarlo. Y es que el 17 de Julio de 2012 murió Stephen R. Covey.

Quizá para muchos su nombre no represente nada. Pero es el autor de uno de los libros más exitosos de la época moderna de los negocios y del arte directivo. Son 25 millones de copias en el mundo las que avalan su aceptación.

Por ello, tuve que adecuar mi texto original para que mis letras fueran un claro reconocimiento no solo a su trayectoria, sino que también fueran el reflejo fiel de su aportación al mundo directivo.

Y confesando un secreto, también modifiqué mi texto para que expresara mi sentir cuando tuve el libro en mis manos.

Porque lo admito. El leer por mandato no es lo mío.

Me gusta leer obedeciendo a mi interés. Guiado por mi curiosidad. Empujado por mí deseo.

Tener un libro en las manos es algo que disfruto mucho, pero en esa ocasión, no lo era tanto. El título del libro era algo que vendía pero yo no soy comprador compulsivo.

“Los 7 hábitos de la Gente Altamente Efectiva” es el nombre del documento. Grueso y poco llamativo para ser algo que yo no tenía interés en leer. Pero ya estábamos sentados y pues había que aprovechar el tiempo.

Me adentré en las páginas. Poco a poco fui escudriñando los temas. Uno a uno los recorrí y conforme esto pasaba, también me daba cuenta que había subestimado al libro. La lectura se estaba tornando interesante y poco me interesaron las altas horas de la noche. Yo tenía que avanzar en mi lectura. En la calle no había vida, solo el ladrar de los perros se perdían en una noche negra y fría.

No sé que buscaba Stephen Covey al escribir el libro, pero en mí, había captado poderosamente mi atención cuando encontré las palabras mágicas: principios, valores, conciencia.

Si, así de sencillo. Cuando mi vista encontró ese maravilloso tema tan perdido en la sociedad hizo que me enganchara en él y continuara con la odisea de la lectura.

Y es que a mi juicio, los principios en el ser humano son como el GPS de un excursionista. Gracias a ellos la sociedad se debe de guiar y ese día, mientras leía, estaba comprobando mi teoría. Y en el libro el autor iba más allá: los principios también son necesarios para alcanzar la eficiencia y la eficacia laboral. Cómo me hubiera gustado que mis antiguos compañeros de trabajo lo estuviesen leyendo conmigo.

Y es que para Covey, el conducir tu vida para alcanzar tu destino es un proceso de crecimiento personal e interpersonal, algo así como escalar una montaña, estando consiente en todo momento que al  ascender se podrá encontrar uno mucha grava suelta, y hay que seguir avanzando a pesar de que éstas existan.

El autor proyecta que además de esa grava suelta, existirán fuerzas que nos moverán de ruta, siendo éstas los antiguos hábitos que tenemos como modelos de conducta, y todos ellos se confabularán en nuestra contra. Y cuando eso pase, en todo momento creeremos que estamos haciendo mal las cosas, y todo porque no lo estamos haciendo de la manera acostumbrada.

Gratamente pude descubrir que un hábito de vida no es más que la intersección del conocimiento, la habilidad para realizar una actividad y el deseo por hacer esas cosas para que los triunfos sean permanentes y no momentáneos, para que no queden en una simple anécdota. en una simple fotografía.

Por ello, se dice que para lograr la efectividad en el éxito, deben de existir hábitos. Y Covey menciona siete. Que si los analizamos desde el número son muchos, pero si los observamos en su practicidad, son de lo más simples de aplicar, siempre que los conozcamos y los llevemos a cabo.

Pero para hablar de ellos, es necesario ubicar en donde inició todo el trabajo del autor. En esta ocasión señalaré que Covey realizó un estudio en el año de 1966. Consultó literatura sobre el éxito de miles de personajes. Buscó evidencias. Pruebas de lo que él pensaba, hasta lograr comprobarlo.

En todos esos textos observó un patrón común. La literatura de los primeros 150 años marcaba que todo se enfocaba al carácter, a los principios como la integridad,  fidelidad, valor, compasión, contribución, responsabilidad, justicia. Desde las novelas de Alejandro Dumas con el Conde de Montecristo y la historia de  François Picaud que maneja los principios de justicia y el honor a la palabra, hasta Los Viajes de Gulliver, de Swift.

Y, al juicio del autor del libro, los principios son y deben ser la base de los hábitos de las personas altamente efectivas, toda vez que si los seres humanos no tienen raíces y principios no tendrán durabilidad o permanencia en cualquier lugar en donde se encuentren. Y esto también abarca al éxito.

En el libro se maneja que la personalidad es la punta del iceberg y que la sociedad siempre trabaja en pulir y proyectar la parte superficial olvidándose de lo que está en la parte de abajo del iceberg.

Y ahí están los principios y las raíces. Que no importa lo que “aparentemos ser” sino que lo más importante es el “Ser”.

De una manera ilustrada, Stephen Covey nos narra cómo los siete hábitos nos permiten transitar por elementos cruciales en la vida de una persona que busca el ser altamente efectiva, es decir, que pretende que sus actos tengan un impacto tan positivo que le permita quedarse en la victoria.

Señala que los seres humanos nos manejamos en el bloque de la Dependencia, que es la sala en donde nosotros necesitamos de otros para lograr lo que queremos. Es aquí en donde no movemos un dedo. En donde esperamos que todo se logre por influencia del cosmos o bien, por la fuerza que nos da el ser un Caballero Jedi en nuestra propia película de tres pesos y de falsa grandeza. El creer que solo porque somos lo que somos las cosas se darán por si solas.

Por ello, debemos de salir de ese estado mental para transitar a la Independencia, lugar en donde estamos libres de la influencia externa, del control y del apoyo de otros para manejar la actitud del YO: yo puedo, yo lo hago, yo lo logro, desde la perspectiva de la iniciativa y de la responsabilidad. Es el auto mandato. Autocontrol. Es manejar una victoria privada para llegar a la victoria pública.

Una vez que logramos esa independencia, estamos preparados mental y emocionalmente para ir a la cumbre de nuestra realización. Y me refiero a la Interdependencia. Es aquí en donde el nivel es más maduro y más avanzado.

Es saber interrelacionarse con los que nos rodean. Familia, amigos, equipo de trabajo y cualquier organización de la sociedad. Es la actitud de “nosotros” somos el equipo, nosotros lo hacemos, nosotros lo logramos. En donde la culpa es de todos y el éxito es de todos y no solo de unos cuantos.

Aquí es en donde se encuentran un siguiente hábito, y se trata del manejo del pensamiento ganar ganar, pero visto desde el precepto de que YO gano y Ustedes también ganan. El reconocer que el éxito no solo es mío sino que se trata del resultado del trabajo de todos. Cuando esto es alcanzado, la motivación personal y grupal se hace presente.

Posteriormente hay que llegar a un proceso de comprensión. En donde primero hay que entender las cosas para luego lograr ser comprendido. Porque debe de haber un reconocimiento a las propias fallas de nuestro actuar. Cuando esto pasa, Covey señala que estaremos en condiciones de entender y comprender a los demás.

Esto permite llegar a un siguiente punto, y me refiero a la sinergia; esto es, el poder conjugar los elementos logrados de tal forma que brinden a la organización o al individuo el mejor de los resultados. Es poner en práctica a todos los puntos ya mencionados sabiendo que solo así se puede llegar al lugar planeado. Cuando todos los elementos se mezclan cual tornado para que el éxito salga disparado en beneficio de todos.

Por último, Covey señala la importancia de Afilar la Sierra, que se refiere a la mejora continua, el de no dejar que la cuchilla se oxide. El buscar en todo momento atender lo que Abraham Maslow señala en su Pirámide de las Necesidades como una prioridad del ser humano, y es esa que se refiere a la autoestima, para que a través de la renovación el hombre o mujer se reinvente día a día y no se la pase sentado en ese temazcal del Spa llamado “Confort”.

Sin duda alguna un libro que puede representar una simple lectura en un camastro al lado de una alberca. Pero para aquellos que buscan avanzar en este mundo tan competitivo, es la clave para reducir el riesgo del fracaso, haciéndonos ver que el simple cambio de modelos de conducta mental nos permitirá colocar nuestra bandera en el lugar conquistado y quedarnos ahí por siempre.

Un libro que viene a decirnos lo importante que son los principios y los hábitos que poseemos mucho más allá de lo que proyectamos como personalidad e imagen, porque debemos de recordar que a la flor venenosa se le reconoce no por la belleza de sus pétalos sino por las toxinas que emanan de sus raíces.

Hoy el autor del libro descansa en algún lugar del universo. La caída montando su bicicleta no solo golpeó el cráneo de Stephen Covey, sino que también golpeó al espíritu de la literatura de hoy en día. Hoy las letras respiran con dolor.

Y aunque en una reciente ponencia escuché al prestigiado conferencista colombiano Luis Marín decir que el libro de Covey se trata de una búsqueda en google de historias de éxitos; no puedo dejar a un lado la gran aportación y el fuerte pellizco que éste libro le hace a una sociedad que ha decidido guardar sus principios, sus valores, su ética y su continua preparación en un viejo y empolvado cajón.

En síntesis, "Los siete hábitos de la gente altamente efectiva" es un libro que nos dice que a veces el hábito... si hace al monje.

septiembre 21, 2012

La Paz







Y la fecha llegó. El 21 de septiembre se celebra la paz en el mundo.

 

Tres letras con miles de significados.

 

Letras y tinta se han escurrido en nombre de la paz. Gestas, traiciones, movimientos sociales, pactos y asambleas se han llevado a cabo en su búsqueda. La historia las registra y es motivo de estudio en las aulas no solo de México sino de todo el mundo.

 

Pero me surge la duda del hasta donde podemos mencionar a la paz. Y a mi juicio, no podemos hablar mucho sobre ello. De hecho escribir sobre la paz me resulta emocionante, pero las cifras y la estadística  en contra me sepultan la emoción.

 

Y esto es porque creo que como país y como sociedad le quedamos debiendo mucho a la paz.

 

Para nosotros -y hablo de los seres humanos- la paz es letra muerta, tan fría como cada uno de los muertos que hay bajo una lápida en cada rincón del mundo producto de la violencia.

 

Y es que le quedamos debiendo a la paz porque puedo recordar al gobierno de México metido en una guerra contra el monstruo de mil cabezas, luchando contra un titán que le vomita plantas en churros e inyectando sustancias sintéticas en las venas a los mexicanos.

 

Y todo es tan irónico en esto de la guerra, que por un lado el ejército mexicano está combatiendo en las calles al capo de moda, y por otro se rumora que es el propio gobierno mexicano quien facilitó el escape de la cárcel de otro capo, más poderoso aún a aquellos a los que México combate.

 

Y en esta guerra, muchos hombres y mujeres que, bajo un fuego cruzado, mueren siendo inocentes.

 

Más de 60 mil muertos se han obtenido de esta guerra  en casi 6 años. Casi cerca de la cifra de muertos que arrojó la guerra civil en El Salvador que se llevó en los años ochentas por 12 años ¡el doble de años lo que lleva México combatiendo al narco!

 

Le quedamos debiendo a la paz porque puedo recordar a Estados Unidos estableciendo guerras contra gigantes de papel, avanzando pecho tierra en la Segunda Guerra del Golfo o mejor conocida como la Operación Libertad Iraquí.

 

Y en esta guerra contra Irak, el Reino Unido y grupos pequeños de Polonia, Dinamarca y Australia se sumaron para pegarle de patadas en las rodillas a ese gran gigante llamado Irak, asumiendo que es ahí en donde se gesta el terrorismo en el mundo, olvidándose Estados Unidos  que en el mercado negro, ellos son los principales compradores de armas, esas que vienen precisamente de Irak.

 

Le quedamos debiendo a la paz porque puedo recordar a la ETA en España, la principal organización terrorista en el mundo, causando miles de muertos en su "lucha" por la democracia y el desarrollo de ese País, luchando contra gobiernos que por la mañana los combaten y por la noche, firman pactos con ellos en beneficio de sus propios intereses.

 

Le quedamos debiendo a la paz porque puedo recordar que la Paz es mucho más que una paloma blanca ondeando banderas. La paz es mucho más que discursos oficiales o combates bélicos. La paz es mucho más allá de NO guerras, de un escrito o un artículo.

 

Todo es incongruencia en el tema de la paz.

 

Algo parecido a lo que sucede en nuestro Estado, cuando ves a los niños cantando la primer estrofa del himno a Chiapas "Compatriotas, que Chiapas levante una oliva de paz inmortal....." y, saliendo de las escuelas, muchos de esos mismos niños forman parte de la delincuencia, con una sociedad tan pasiva como aquella estatua que se encuentra en el mirador de Los Amorosos en Tuxtla Gutiérrez, sentada en la banca, observando, sin moverse, viendo como en la ciudad se balean, acuchillan, asaltan, violan y despedazan lo poco que nos queda como sociedad.

 

Por estas razones y por muchas más, no puedo escribir acerca de la paz con la tranquilidad en mi alma.

 

Sería un texto gris, sin atractivo e interés para muchos, porque hoy veo a unos jóvenes más preocupados por su vida social, que por fomentar sus propios valores, sumidos en una pelea con cada integrante de su propia familia y agarrando a puñetazos los principios morales recibidos en casa.

 

Con padres de familia que gritan a pulmón abierto que necesitamos la paz, y cerrando la puerta de su casa, protagonizan las múltiples averiguaciones previas que se asientan por violencia familiar o bien, protagonizando esas sangrientas novelas que nunca salen a la luz y que solo son escuchadas por los vecinos de la cuadra cuando el padre tunde a la esposa bajo los efectos del alcohol.

 

Creo que la paz solo se alcanzará cuando los seres humanos, todos por igual, podamos darnos cuenta que la puerta de la permisibilidad la hemos abierto tanto que ya no nos damos cuenta de lo que hemos dejado pasar. Hoy todo se vale, hoy todo se permite.

 

Hoy la paz en el mundo me genera un dolor muy fuerte en el pecho. Pero es un dolor con esperanza y no un dolor con resignación. Y por ello vivo en mi dolor, con la emoción de que algún día se comprenda que falta mucho por hacer. Que cada uno de nosotros tenemos el gran compromiso histórico de abonar con nuestro actuar a favor de la paz. De querer una mejor sociedad y un mejor futuro.

 

Porque más allá de casas, de dinero o de cualquier tipo de riquezas, hoy lo que debería de buscar cualquier ser humano es vivir en paz consigo mismo y lo que es mejor, en paz con todos los que lo rodean.

 


























septiembre 06, 2012

Para cuando yo no esté




Nunca he imaginado como será mi sepelio.

Sería interesante saber lo que sucederá ese día. En una tarde lluviosa o una mañana soleada. No lo sé. Pero sucederá en la fecha que allá arriba me marquen. Ni antes ni después.  El reloj ya no caminará más para mí. Y juro que estarás ahí.

Y quiero confesarte que me carcome la duda en qué parte de la vida sucederá mi retiro. No sé si será pronto, pero sé que estarás conmigo. 

Y te veré ahí, parada ante un féretro que no me quedará exacto porque habrá un espacio vacío.

En el ayer quedarán los aromas de tu piel, de tu cabello y de tu alma. Pero el día de mí partida solo emanará el aroma de las flores, esas que muchas veces viste llegar a casa. Pero a diferencia del ayer que llevaban una tarjeta de amor para ti, hoy traen una gruesa banda con el nombre de quien me las envía.

A la distancia imagino la escena. Muchos de los que me aprecian estarán ahí. Algunos platican, otros callan. Pero  todos, absolutamente todos piensan que ya no te veré. Y por primera vez nadie se equivoca conmigo. Ya no te veré jamás.

Y ese día quisiera convertirme en un vulgar ladrón para robarte las lágrimas y llorarlas por ti. Para no permitir la tristeza en tu rostro y en tu alma. 

¿Sabes? me duele saber que te dolerá.

Y como sombras los veré caminar. Y no hablo de los que acudieron a mi último adiós. Me refiero a mis sueños, a mis ilusiones, a mi esperanza. Mi futuro camina en su andadera con su sonaja en la mano con la cara triste y balbuceando tú nombre. Apenas creciendo muere conmigo.

Sentado en el fondo del velatorio está mi pasado y a mi lado veo doblada a mi sonrisa, como la señal de un adiós que lastima y que al igual que todos, llora desconsolada.

Aún no puedo entender porque la vida es así, porque esperamos la partida para tratar de romper el pecho y gritar nuestros sentimientos.

Nuestro último suspiro es como ese silbato que anuncia la partida del barco, ese que nunca más regresará. Y es cuando tratamos de bajarnos de él para decir, para gritar, para volcar la voz con todas nuestras fuerzas y hacerle saber al ser amado cuanto lo amábamos. Pero las anclas ya se levantaron y las veletas ondean a la mar. Mi barco partirá.

Y cuando eso pase, me llevaré los recuerdos de tu sonrisa, de tu mirada. El calor de los abrazos que miles de veces nos dimos. Las carreras que emprendíamos por toda la casa cuando el “señor tenazas” se apoderaba de mis brazos para hacerte reír a carcajadas haciéndote cosquillas siendo niña.

Ya no saldremos a caminar juntos como en el ayer. Ya no me contarás lo destacada que estás en la escuela ni lo que piensas de la vida. Ya no pintaremos cuadernos acostados en el piso de la sala. Ya no te llevaré en brazos de la sala a tu cama mientras el sueño te vencía. Ya no comeremos juntos. Ni nos tomaremos fotos chuscas. Ni estaré sentado en las gradas en aquellos festivales escolares viendo como danzas cual ángel sin alas. 

Extrañaré tu voz.

Y es que solo un padre puede comprender lo que se siente cuando se tiene a una hija. Pero no hablo de tenerla como los animales para botarla al menor descuido. Hablo de tenerla, de sentirla suya, de dar la vida por ella. Hablo de protegerla sin importar nada. De querer nutrirle su corazón de felicidad y de alegría. De hacerla sonreír. Verla sonreír.

Y hoy con estas líneas quiero decirte que solo una cosa me preocupa.

Hoy quisiera saber si a mi partida, te dije cuanto te amaba. Quisiera saber si fui tu alegría, tu apoyo.  

Quisiera saber si los miles TE AMO que te dije fueron suficientes para hacerte sentir amada. Quisiera saber si no quedaron palabras guardadas en mí. 

Quisiera saber si fui ejemplo, espejo y moral. Si te dije lo orgulloso que estoy de ti. Y no me importa la edad que tengas cuando todo pase. En cualquiera de ellas estaré orgulloso de que tú seas mi hija.

Quisiera saber si te di los principios, las bases, las armas para enfrentarte a la vida y a las falsas sonrisas de los payasos sin circo, esos que sin duda acudirán a ti tratando de robarte una caricia que ni siquiera se merecen.

Y hoy quiero decirte que esto es lo que me duele. Quisiera pedirle tiempo al tiempo para estar contigo en los momentos más difíciles de tu vida para orientarte y apoyarte. Para brindarte un abrazo y un consejo. Para caminar a tu lado y entregarte al hombre que elijas como tu compañero de vida. Para limpiarte las lágrimas cuando en alguna ocasión el amor desgarre tu corazón. Para agarrar a golpes a la frustración evitando que se abrace de ti cuando la vida se empeñe en hacerte sentir mal o para llorar contigo de felicidad cuando la maternidad llegue a tu vida.

Hoy quisiera saberlo para tener la tranquilidad de que, cuando tu comprendas las cosas, sepas que te amo y te amaré como solo un padre ama a su hija. Para que sepas que todos los días rezo una oración para que algún día llegues a perdonarme por aprender a ser padre contigo, pidiendo que algún día saques de tus recuerdos lo duro que fui.

Y hoy que te imagino ahí, frente a un féretro que no me queda exacto porque queda un espacio vacío, quisiera volver los ojos al cielo y pedir que el dolor que sentirás se fuera conmigo.

Para que solo así, en esa brillosa caja acojinada, juntos se vayan mi cuerpo y tu dolor llenando ese espacio vacio.

Pero mientras ese momento llega, mientras mi partida anuncia mi retiro, hoy que estoy aquí me dedicaré a amarte, a seguir haciendo de ti el pretexto perfecto para ser feliz, a continuar disfrutando tu presencia; para seguir siendo esa familia que tantas veces soñamos juntos, para que cuando yo acuda a la cita con mi destino yo me quede sin dudas, sabiendo que tú te quedas como hija recordando a quien la hizo feliz y yo como padre muera tranquilo.

agosto 29, 2012

Sin la moda del Sombrero


Siempre es grato escribir. Y más aún, escribir cuando se trata de un tema que me emociona.

He sido un eterno convencido que el manejo de la personalidad y la manera de pensar de cada individuo se puede construir como un escultor a su obra.

Cincelada a cincelada, el ser humano se va formando como el labrador que al labrar se labra a sí mismo. Somos producto de nosotros mismos. No hay endosos a nadie ni encargos al tutor. Las ampollas son de quien las trabaja.

Y en este camino de la personalidad y del buen criterio, surgen muchos autores que dan su punto de vista sobre ello.

Y hago la aclaración, solo son puntos de vista. Nadie tiene la verdad absoluta, porque lo que a mi me sirve quizá a otros no. Nadie garantiza que solo el agua satisface la sed. Si hay dudas le preguntemos al alcohólico.

Pero hoy, quiero citar a un autor que me causó polémica por su manera de proyectar la idea, pero que me dejó convencido con los argumentos que utilizó para respaldar su libro.

Edward de Bono, escritor nacido en Malta y que revolucionó las ideas del pensamiento con sus teorías sobre el pensamiento lateral, escribió un texto al que denominó “Los 6 sombreros para pensar” en donde clasifica la manera en la que debemos de vernos para poder canalizar las ideas y expresar el pensamiento.

En él, De Bono deja plasmado que es posible que la gente se sienta un poco incómoda con el uso de los sombreros, pero esa incomodidad desaparece apenas la conveniencia del sistema resulta evidente. Y no se equivoca.

El gran valor de los sombreros es que proporcionan roles de pensamiento. Un pensador puede enorgullecerse de representar cada uno de esos roles. Sin la formalidad de los sombreros algunos pensadores se estancarían en un modo único. Un hombre vestido de payaso está autorizado a comportarse como tal.

Pero De bono persigue un objetivo al utilizar colores en cada sombrero, ya que relaciona el impacto del color con el impacto del pensamiento.

El Sombrero Blanco es neutro y objetivo. Se ocupa de hechos reales y de cifras. Como una computadora que da los hechos y las cifras que se le piden. No hace interpretaciones ni da opiniones. .

El Sombrero Rojo sugiere ira, furia y emociones. El sombrero rojo da el punto de vista emocional. El uso del sombrero rojo permite que el pensador diga: "Así me siento con respecto a este asunto". 

El Sombrero Negro es triste y negativo. El pensador de sombrero negro señala lo que está mal, lo incorrecto y erróneo. El pensador de sombrero negro señala que algo no se acomoda a la experiencia o al conocimiento aceptado. El pensador de sombrero negro señala por qué algo no va a funcionar. Es cerrar por cerrar. Rechazar por rechazar.  

El Sombrero Amarillo es alegre y positivo. El pensamiento de sombrero amarillo indaga y explora en busca de valor y beneficio.

El Sombrero Verde es césped, vegetación y crecimiento fértil y abundante. Indica creatividad e ideas nuevas. La semilla que nace en tierra abonada. Es con éste sombrero como nacen los proyectos y se cristalizan en una realidad.

El Sombrero azul es frío, y es también el color del cielo, que está por encima de todo. El sombrero azul se ocupa del control y la organización del proceso del pensamiento pero también de ser responsable de la síntesis, la visión global y las conclusiones.. Todo está supervisado y nada se escapa de su visión.

Y es curioso. Si cada elemento de la sociedad o de alguna organización aprendieran este lenguaje, sería más fácil el alcanzar nuestros objetivos.

Pero no hay peor lucha que la que se libra contra nuestro propio pensamiento. Todo mundo se siente y se cree inteligente. Y lo hacemos a tal grado que creemos poder prescindir de este sistema.

No coincido con los que piensan que origen es destino. Ni con aquellos que dicen que trayecto es resultado. Estos puntos creo que ni en la empresa dan los resultados esperados.

Y es en este sentido en donde hago que salga a flote mi pensamiento. Yo creo que el ser humano tiene algo que pocos han utilizado, y me refiero al libre albedrío. El poder escoger lo que se quiere ser es lo más maravilloso que nos ha brindado la vida misma.

Unos creyendo ser lo que no son, y otros sin saber lo que son, pero siéndolo. Es la magia de vivir y ser observado por los demás. Sujetos al visto bueno de aquellos que son grandes en su mediocridad y que su imperio llega hasta donde ellos han marcado como sus propias fronteras. Y lo enfatizo así, porque se resisten a aceptar lo que se encuentra fuera de lo que ellos conocen.

Algo que el propio Edward de Bono ha definido como pensar fuera de la caja, esa que para muchos representa el todo, olvidándose que la tierra es redonda y que hay muchas cosas al cruzar la montaña.

El pensar fuera de la caja es citado por de Bono como la oportunidad de crear, de proponer, de aportar cosas nuevas, fueras del estereotipo marcado por aquellos que solo ven hasta donde les determina su propia visión.

Y hoy me doy cuenta debería de ser reglamentario el usar los 6 sombreros de De Bono. Haciendo uso de lo que cada uno de ellos significa. La sociedad y las empresas estarían sumergidas en aguas más claras y transparentes, permitiéndose navegar sin contratiempos ideológicos hacia sus propios destinos.

Y todo ello, haciendo a un lado que el negro es un color que está de moda. No tomando en cuenta que el pensar bajo el esquema del sombrero negro es algo que caracteriza a la sociedad.

Porque no hay más goce ni mejor disfrute que el denostar, que el criticar. Que nada es comparado cuando se tiene la sangre de la victoria surcando las venas del rostro. Porque para nuestra sociedad no hay nada como el esbozar una sonrisa interna cuando atacamos una idea para hacerla pedazos.

Y es que el pensamiento negativo y la crítica es atrayente porque su logro es inmediato y completo. Probar que alguien está equivocado con su idea da una satisfacción inmediata. Alimenta nuestro ego cual carne a la fiera.

Pero al final cada quien se queda con lo suyo. Uno con la propuesta que construye y el otro con la satisfacción de haber destruido. Y solo uno avanza.

agosto 24, 2012

Napoleón


Aquí estamos. Nuevamente frente a la computadora. Tratando de identificar lo que representa la personalidad de un ser humano.

Si, ya sé. Muchos dirán que no sirve de nada descifrar la personalidad. Que no aporta nada. 

Que es solo lo que otros ven pero que en esencia, no dice nada de alguien. "Es solo la parte pública" dirán algunos.

Pero muchas veces he escuchado que la gente dice que alguien no tiene personalidad. O por el contrario, comentan sobre la “mucha personalidad” que posee un tercero.

Y por andar siempre en la duda, hoy estoy aquí, analizando de qué trata el concepto.

En principio, podemos decir que la personalidad no es más que las características que identifican a un ser humano con respecto a otro.

Por tanto, decir que alguien “no tiene personalidad” es comentar algo incorrecto, toda vez que con base en la definición, todos tienes características personales, por tanto, poseen una personalidad.

Por ello, se puede mencionar que alguien tiene una personalidad muy fuerte o muy débil. O quizá matizar su personalidad al decir que tiene una personalidad gris para asemejar a lo débil de sus rasgos personales.

Pero para mayor ejemplo de lo que representa una personalidad fuerte, nada mejor que remitirnos a la personalidad de un hombre que movió a Europa.

Sí, hay que remitirnos a la historia para observar las características de un hombre  que unió y desunió. Que dio vida a una Francia que agonizaba en su propia idolatría hacia ese pequeño hombre. Si, pequeño. Así era llamado Napoleón por sus propios soldados y convertido en grande por el resto del mundo a través de la historia.

Pésimo estudiante pero amante de las matemáticas. Así era el hijo del prestigiado abogado y de aquella mujer amante de la limpieza, y todo por exigirles a sus ocho hijos bañarse diariamente en una época en donde la norma era una vez al mes.

Napoleón Bonaparte era huraño y alejado de los propios franceses, aprovechando sus espacios de soledad para nutrir su alma con la literatura clásica que vino a influir en su espíritu de guerra.

Y mientras el italiano Alessandro Volta inventaba la pila eléctrica; mientras el mundo conocía al primer barco a vapor; mientras Pío VII asumía el Papado; mientras surgía la Teoría Atómica de la Materia; mientras en México se inauguraba el Colegio de Minería; en la línea del tiempo Napoleón Bonaparte protagonizaba la Revolución Francesa hasta llegar al poder.

Un poder ganado después del Golpe de Estado planeado por el “pequeño corso”.

Porque si bien la organización política de Francia osciló entre una República, un Imperio y una Monarquía Constitucional, todo ello cayó por las manos de Napoleón y con esto, se marcó el final definitivo del absolutismo y dio vida a un nuevo régimen donde la burguesía, y en algunas ocasiones las masas populares, se convirtieron en la fuerza política dominante en el país.

Hoy no hay libro de estrategias de guerra que no cite a Napoleón. No hay estrategia que no lleve la influencia de aquel pequeño hombre que comandó las fuerzas bélicas francesas.

Aquel hombre que mostraba una amenazadora imagen de ser la espada que ejecuta, el gobierno que administra y la cabeza que planifica y dirige, tres personas en una misma naturaleza de inigualada eficacia.

Con la dureza de una piedra, se destinó únicamente a amar a la mujer que no podía darle un amor único. Josefina Tascher, de origen aristócrata pero de equívoco destino. Una mujer con tantos amores como Napoleón soldados.

De ese amor se han escrito mil historias, pero en cada una de ellas, van impresas las desdichas de un hombre que solo atinó amar a una mujer que no amaba.

Hoy la historia registra a Napoleón Bonaparte. Y ha sido tanta su influencia en el tema bélico, que la propia Francia elevó a mandato Constitucional el Código Napoleónico, documento en donde se plasma el espíritu jurídico de Napoleón.

Nadie conoce aún la manera en la que analizaba sus tropas para derrocar al enemigo. Nadie sabe aún como coordinaba los tiempos en su mente para medir el momento preciso en donde había que ir hacia adelante para dominar nuevos territorios.

Pero lo que sí se sabe es lo que hoy la historia registra. Victorias, triunfos, batallas libradas por Napoleón para alcanzar la libertad.

Si, libertad. No importando nada. Todo para estar en condiciones de establecer libertad, esa liberta individual, de trabajo, de conciencia, y de laicismo del Estado, esa libertad que estipula la abolición del régimen feudal, haciendo imposible su resurrección. Esas libertades que Napoleón Bonaparte otorgó al pueblo francés.

Su vida ha servido de inspiración para múltiples cintas de cine. Su rostro ha enmarcado innumerables portadas de libros, siendo la más familiar para mí la que utilizó Robert Greene en su libro “Las 33 estrategias de la Guerra” publicado recientemente, en donde Greene parafrasea en el arte bélico a Julio César, Federico el Grande, Winston Churchill y por supuesto, a Napoleón.

He pues aquí, un breve escrito sobre un hombre grande. Líneas que se unen a las miles que se han escrito sobre Napoleón. Y que seguro estoy que se seguirán escribiendo.

Para muchos la admiración se confunde con la adulación. Este escrito obedece únicamente a citar lo que a mi juicio debe de ser rescatable de una mente que se atrevió a enfrentarse al titán. A levantarse en armas contra un gobierno que tenía aplastada a la sociedad más pobre de Francia.

Para que cada quién tome lo que a su juicio considere pertinente. Y estoy seguro que en un mundo como el que vivimos, las estrategias de guerra ya no deberían de ser con las armas sino con las ideas.

Retomar el ideal de Napoleón para que nos sirvan de inspiración para armarnos de valor para enfrentarnos con aquellos monstruos del haber, del deber y del saber, esos que tratan de imponer sus ideas sobre una sociedad que ya los ve y los analiza.

Para hacerles ver que, al igual que Napoleón que inició como un soldado hasta llegar al golpe de Estado, no por ser el General se les reconoce el mayor de los respetos. Para hacerles ver que la personalidad se construye a cada momento y que solo aquel que esté decidido podrá construir su propio destino.

“El hombre solo destaca en la vida dominando un
carácter o creándose uno
-      Napoleón Bonaparte

agosto 16, 2012

Lo que otros digan


Tarde lluviosa. Solamente acompañado de un buen café observando las noticias. El problema que presentaba mi colon ha quedado atrás y hoy el buen café es algo que disfruto nuevamente.

Observar es una de las cosas que valoro mucho. Me da material para que mi capacidad de asombro siempre esté a la expectativa. Todo lo observado lo analizo y lo escribo. Y aunque algunos no comparten mi opinión, al menos se arma una buena polémica, tomando en cuenta que lo que busco no es convencer.

Y algo en lo que he puesto mi atención es en la toma de decisiones. Sí, eso que los economistas marcan como ruta A, B o C para elegir alguna de ellas. Algo tan fácil para los matemáticos pero tan difícil para los ciudadanos.

Y es que las diversas agrupaciones sociales y empresariales están inmersas en importantes contextos.

Muchas son las que avanzan en un mundo tan competitivo y con demasiados matices de globalización y algunos especialistas han tratado de identificar cuáles son los factores que permiten alcanzar el éxito.

Muchos le apuestan a los recursos con los que cuentan. Otros, a las inyecciones de capital que realizan. Otro grupo considera que el diversificarse en los mercados hace que un ente alcance la cima del triunfo, esa que pocos conocen pero que todo mundo ha imaginado en sus más profundos sueños.

Y un punto importante a destacar dentro de este escrito es que todo, absolutamente todo lo que sucede es parte de la sociedad. Si, de los seres humanos.

Aún y cuando el tratadista de la Administración Agustín Reyes Ponce asegura que todos los elementos que integran a una organización tienen importancia por igual, yo considero que el elemento más importante en una organización es precisamente ese, el recurso humano.

Y lo considero así, debido a que cada computadora, cada peso, cada sistema que forma parte de la empresa emana de lo que el recurso humano determinó para ello. De lo que decidió. Por ello es importante el recurso humano.

Y si a eso le agregamos que el recurso humano se enferma, pide permiso, se inconforma, se niega, se opone, alega, debate, increpa y hasta boicotea, pues encontramos el fundamento perfecto para ponerlo en el primer lugar de la lista de importancia en una organización.

Y es que el recurso humano realiza un proceso que viene a ser el parteaguas en una organización. Es el recurso humano quien realiza la actividad más trascendental para alcanzar el éxito . Y me refiero a la toma de decisiones.

Y es curioso. Los empresarios contratan al recurso humano para colocarlos en cargos directivos y de inmediato esperan que ellos tomen las decisiones y que resuelvan los problemas de la empresa, cuando la realidad de las cosas es que esos directivos no saben tomar decisiones.

Hoy por hoy la toma de decisiones que realizan muchos directivos es realizada tal y como lo hacemos en la vida práctica. Sin información. Y lo peor, sin información y sin procedimientos definidos.

Pero muchos justifican el tomar decisiones así, de manera simple. Y lo basan en el hecho de que…” buscar información es algo que cansa, que causa tedio”. ¡Bah!

Y este hecho ha quedado demostrado en las decisiones más importantes que debe de tomar un ser humano para su vida personal: “Qué carrera estudiar, con quien me voy a casar y cuántos hijos quiero tener.”

A mi juicio, estas tres importantes premisas son realizadas con la inexperiencia que nos da la juventud, con la inmadurez que nos da el querer comernos el mundo a puños y quizá motivadas por la influencia de quienes nos rodean en esa etapa de vida.

Y así va el ser humano, dando tumbos y corrigiendo en el camino. Prueba y error.  Por ello, considero pertinente que la sociedad debe de asumir un verdadero papel de análisis para tomar sus decisiones.

Pero ojo, no hablo de aquel análisis que se hace basado en el método científico, ese que pasa por la observación, la identificación del problema, las hipótesis, la experimentación de las hipótesis, la obtención de resultados hasta llegar a la toma de decisión.

No, esto es más ambicioso y más complejo. Porque de hacerlo así, sería estar sujetos al proceso que realiza un conejillo de indias cuando observa que aplastando el botón obtiene agua para poder beber en la jaula de un laboratorio.

Y es que cuando cobra vida lo que dijera alguna vez en una conferencia Paco Ignacio Taibo II, escritor mexicano, cuando señala que desde niños los seres humanos han estado destinados a no pensar, a no decidir.

Entramos a una primaria que otros decidieron. Hicimos amistad con quienes nos tocó como compañeros de salón. Entramos a la escuela secundaria cercana a la casa de nuestros padres o de los abuelos. Accesamos a la preparatoria escogida por nuestros padres. 

Entramos a la universidad por la influencia de los amigos. Estudiamos una carrera que quizá nos recomendó el tío, el padrino o porque en esa escuela decidió inscribirse la novia o el novio en turno.

Es más, muchos entraron a trabajar en el lugar en donde papá o el pariente les consiguió un espacio laboral

Y así crece la sociedad, tomando decisiones sin tomarlas. Siendo el resultado de los que otros han decidido por nosotros. Sin información y sin procedimientos. Y aclaro: no todos los seres humanos que conforman a la sociedad se manejan así, pero por mi paso en las universidades y basado en el estudio presentado por David Urzúa Bermúdez en la Convención de la Organización Iberoamericana de la Juventud, me hace concluir que la gran mayoría de los jóvenes de América Latina no se da la oportunidad de decidir su propio destino.

Por ello, cuando estos jóvenes llegan a la etapa profesional ocupando cargos directivos, traen arrastrando a lo que desde niños les han enseñado, a no decidir.

Y aclaro, hablo de una mayoría en la que me incluyo. Sé que hay excepciones. No quiero herir susceptibilidades.

Por tanto, pocas son las organizaciones que logran cruzar el umbral del éxito. Y esto es porque pocos son los que se han detenido en el camino a prepararse y a madurar la manera en la que habrán de llevar su destino laboral.

Y es aquí en donde cobra valor al proceso de la toma de decisiones. En donde hay que hacerle ver a los directivos que existen muchos métodos para ello. Y es importante mencionar que no importa el proceso elegido. 

En cada uno de ellos se deben de atender los aspectos cuantitativos y cualitativos. Es decir, lo tangible y lo intangible, siendo esto último lo más difícil de medir.

Por todo lo anterior, considero importante que el recurso humano sea valorado más allá del perfil curricular.

Hoy el recurso humano debe de ser examinado en su capacidad para tomar decisiones. Y si un elemento con un buen respaldo laboral no posee esa característica, someterlo a un proceso de capacitación para la toma de decisiones aunque en el fondo nosotros estemos consientes de que la experiencia conjuntada con la información son las mejores maestras para tomar decisiones.

Porque yo soy de la idea de que los directivos no deben de ser simples ejecutores de las decisiones de los dueños de la empresa.

Yo me inclino por tener a recursos humanos que sepan analizar, aportar y tomar decisiones para solucionar problemas o para proponer nuevas rutas de acción para que la organización escale peldaños más ambiciosos y competitivos.

Porque tanto en lo personal como en lo empresarial, es mejor caminar las rutas que nosotros elegimos, y no estar sujetos a lo que otros digan.