febrero 27, 2014

Cuento 1 . La ausencia del ayer

Sentado, con las manos entrelazadas en medio de sus piernas, con la cabeza mirando al cielo y con la boca abierta se había quedado dormido. Odiseo Roncaba.

Despertó. Pero por más que intentaba abrir los ojos no podía. La luz lo cegaba. Los apretaba como tratando de formar un filtro con sus pestañas. El ruido del caminar de los transeúntes y el claxon de los vehículos que pasaban a su lado no había sido problema para descansar un rato. 

Vaya, ni el sol fue impedimento. La sombra de un árbol de benjamina mal podado fue su guarida. Bajo ese manto protector, Odiseo había roncado plácidamente.

Una vez despierto, se limpió los ojos. El día había transcurrido más rápido que su sueño y ya era el mediodía en el parque central de Valle Nuevo.

Odiseo se puso de pie, alisando su camisa de mangas largas con las manos arrugadas por la edad. Vestía impecablemente. Estaba convertido en una mancha completamente blanca. Camisa, pantalón de casimir sin pinzas y hasta los zapatos eran blancos. Todo él de una sola pieza.

Volteó y se percató que el mundo seguía su marcha. El tiempo es lo único que no se detiene y avanza dejando escenas a su paso.

La banca en donde se había quedado dormido estaba exactamente frente a la Iglesia. Toda ella estaba pintada de blanco, desde el campanario y pasando por la cúpula hasta el retablo.

Era inmensa, majestuosa, de un arte abstracto en su construcción. Y en la torre mayor, debajo de donde estaba el reloj, se vislumbraban unas compuertas que se abrían para dejar trabajar a un mecanismo que hacía que en un riel desfilaran, con una música angelical de fondo, los doce apóstoles en punto de cada hora.

Los turistas que visitaban la ciudad de Valle Nuevo se arremolinaban para tomar una foto de ese suceso. Y al hacerlo, las palomas que caminaban inquietas levantaban el vuelo.

Valle Nuevo era una ciudad moderna. La tecnología había hecho su presencia y el comercio de su calle principal daba muestra de ello. Logotipos con luces neón era lo que daba vida a los escaparates de las tiendas. Con puertas automatizadas y con cámaras de vigilancia. Todo para dar seguridad a los consumidores que día con día incrementaban su presencia para adquirir los artículos de moda.

En la calle, la gente adinerada, los “nice”,  desfilaban con sus autos último modelo. Y ellos contrastaban con don Chalito, un minusválido que todos los días acudía a ese parque en su moto adaptada y vieja, a lustrar zapatos. Era bolero.

Todo esto pasaba en esa gran ciudad. Y a la vez que Valle Nuevo vivía, Odiseo enfilaba sus pasos hacia su hogar. Mientras se marchaba del parque, en su mente también caminaban los recuerdos.

Se dirigía a comer por puro trámite. Ya no esperaban en casa sus hijos ni su esposa. Hoy estaba solo.

Ya no había comida humeante en la sartén ni hijos que aguardaban con las sandalias listas para quitarle los zapatos y hacerlo descansar del trabajo diario. Hoy nadie estaba con él.

-¿Qué voy a comer?
-Da igual –se decía- de todas formas no podré compartirlo con alguien. No platicaré con nadie como antes, como cuando “ellos” estaban conmigo.

Y es que Odiseo había sido un hombre de éxito, como tantos que triunfan en el mundo. El mundo de los negocios fue, es y seguirá siendo su pasión.

El dinero, las propiedades, los autos de lujo, las motocicletas deportivas y hasta los negocios se habían esfumado. Y lo curioso del caso es que no se dio cuenta. 

En un pestañazo desapareció lo acumulado. Se fueron perdiendo uno a uno, tal y como había perdido a su familia.

El caminar de Odiseo había finalizado. Llegó a su hogar. Abrió la puerta y frente a él estaba “su nuevo mundo”. Pero a diferencia de las casas del ayer, su nuevo hogar se componía de un cuarto con cuatro paredes de color cemento y con muchas grietas, como esas que surcaban su rostro. Cuadros con fotos era lo único que adornaban esas paredes frías y silenciosas. Y con ellas, se congelaban el recuerdo.

Dentro de ese cuarto estaba su cama, herencia de Horacio, su hijo el menor. Y encima de ella su ropa, la cual estaba doblada con la perfección con la que cerraba sus tratos en los negocios.

“Viejito pero bien planchado” era su argumento preferido para presumir su ropa. Aunque, en honor a la verdad, acostumbraba estrenar muy seguido.

Odiseo cerró la puerta. Se puso en mangas de camisa. El silencio era sepulcral. De pronto la melancolía se le impregnó en la piel como un nefasto perfume. Se sentó en la mesa que estaba al lado opuesto de la cama. Cerró los ojos y se llevó las palmas de sus manos a la frente y sus codos sintieron el frio que se desprendía de la lámina de la mesa.

-¿Qué hice mal, señor? le preguntaba con insistencia a su dios.

Las respuestas nunca llegaban. Ese era el decir y el pensar de Odiseo. Recriminar la realidad se había convertido en su deporte favorito.

Y es que Odiseo no lograba comprender como en un chispazo de vida todo se había acabado. Ahora solo los recuerdos estaban presentes, convirtiéndose en sus eternos amigos.

En su mente empezaron a golpear, como piedras en cristal, imágenes conocidas para él.

Recordó ese ayer, cuando con Blanca, su esposa, habían iniciado aquella pequeña empresa ubicada en la calle principal de esa bella ciudad que es Valle Nuevo. Hacía más de 35 años que iniciaron juntos su travesía de vida.

No había tanto crecimiento comercial en ese entonces. Habían pocos habitantes en la ciudad pero eran los suficientes para poder crecer a través de una empresa y él lo sabía. Por tanto, con ese ímpetu que da la juventud, y aprovechando la visión administrativa que poseía Blanca, Odiseo le propuso iniciar un proyecto.

-¿Qué negocio ponemos? –cuestionaba a Blanca
-Pongamos un negocio que tú conozcas, que sepas, para que no perdamos.
-Entonces iniciemos un negocio relacionado con las bicicletas. He trabajado en ellas y conozco a la perfección el tema.
-¿bicicletas? adelante, amor. Yo te ayudaré en lo de las cuentas. Podemos buscar un local en donde venderemos las refacciones y los accesorios para todas aquellas que existan en la ciudad y, si es necesario que se las pongas, pues también podemos instalar un pequeño tallercito, total que tú también le sabes a eso de la mecánica ¿o no? ¿qué te parece?
-¡Que buena idea, gordita! Yo en el taller y tú en la venta al público. Nadie podrá ganar a este par. Te lo aseguro.

Y así lo hicieron. Comenzaron a buscar un local con las características que se busca todo en esta vida: bueno, bonito y barato.

Recorrieron todas las calles y todas las avenidas de la ciudad. Fueron días y días los que pasaron buscando tan anhelado lugar. Y cuando la desesperación los empezaba a inundar, dieron con el lugar.

Encontraron un local al lado oriente de la ciudad. Ese local era propiedad de doña Amelia. Una señora regordeta de gesto serio pero sincero.

El lugar era hermoso –o al menos así lo veían ellos-. Doña Amelia, por tratarse de un matrimonio joven les ofreció el local comercial y en la parte de arriba, un departamento, en donde podrían vivir y continuar su vida matrimonial.

La dicha no se pudo hacer esperar. La pareja empezó a acondicionar el departamento y a pintar de amarillo el local comercial. Estaban preparando todo. Aun sabiendo que no había mercancía que exhibir ni colgar.

Odiseo durante su infancia fue un niño que creció “a golpe y porrazo”. Sin más guía que su madre y su hermana, fue enfrentándose poco a poco a los retos que da la vida. La pobreza era algo que no le canceló los deseos y la alegría de vivir.

No había figura paterna. La gente cuenta que Odiseo buscó a su padre dos veces. Una para conocerlo y otra para pedirle apoyo para su boda con Blanca. En ambos casos fue ignorado y despreciado.

Eso hizo que creciera receloso y tomando decisiones. Las que él creía oportunas de tomar. Y con esto a cuestas, y sabiendo que el negocio tenía que ponerse a funcionar, Odiseo decidió irse a la capital del país a buscar mercancía. Estaba seguro que “preguntando llegaría a Roma” y así lo hizo.

Solo un sueño lo guiaba y hacia allá se encaminaba sin saber lo que ya el destino le tenia reservado.


Cuento 2. La aventura




La dialéctica. Usada pero desconocida

Todos los seres humanos nos comunicamos. Es parte de la formación que recibimos en casa. Y no habría porqué hacer lo contrario. Hasta los animales se comunican con sonidos.

Las sociedades se han construido a través de la comunicación. Y lamentablemente, se han destruido también por ella. Los mensajes llegan y a veces no son agradables para quien los lee o los escucha.

En la docencia, una de las cosas en las que nos basamos para compartir información es precisamente la comunicación. Gracias a ella los alumnos reciben datos, cifras y elementos que les permiten formar un criterio profesional.

Sin embargo, no todos tienen una visión constructiva. Y me refiero a los alumnos y a los maestros.

Años y años de labor docente se han invertido en las aulas y muchas veces los resultados no son los esperados. O bien los maestros no dan muestra de conocer la materia o bien, los alumnos se resisten a conocer nueva información que les permita salir del letargo del desconocimiento.

Y si en las licenciaturas las cosas son difíciles; en los posgrados, las cosas se ponen más álgidas.

Esto se presenta por el hecho de que el alumno en el posgrado llega a cursarlo haciéndose acompañar en la mayoría de las veces de un nivel profesional que cree poseer. Por ello, desestima la información recibida. Patea todo aquello que lo saca de su sala de confort. Descalifica lo que no conoce. Desacredita a quien le ofrece algo diferente a lo que “el esperaba como objetivo en clase”.

El alumno de posgrado asume que el tomar notas no debe de existir. Que los apuntes son solo un mal recuerdo de preparatoria. Que el arrastrar lápiz quedó en el ayer. Y de los exámenes ni hablamos. Y de las asistencias, menos. Acreditar una materia sin llegar a clases y sin presentar examen. Eso quiere hoy el alumno de posgrado.

Todo lo que suene a revisión es desechado de inmediato por el alumno que cree saberlo todo o, que al menos, eso trata de vender a quienes lo rodean. Y en muchas ocasiones sus compañeros le compran el concepto. Lamentable.

Es más popular un alumno por encabezar un reclamo que por los conocimientos que posee. Es más aceptado un alumno que grita y manotea que aquel que se suma al perfil de una docencia.

Y es aquí en donde la Dialéctica hace su aparición. Es aquí en donde el alumno de posgrado se refugia afilando los dientes para defenderse de la llamada de atención por la falta de apuntes, de investigación, de análisis. Se abraza de la dialéctica para objetar la aplicación de un examen. Para exigir que los resultados de ese examen no sean tomados en cuenta para su calificación. Para instruir –literal- que sus respuestas sean consideradas como “aprobatorias” porque emanan de la dialéctica.

Y esto no lo sé por obra divina. Muchas veces tuve la oportunidad de recibir muestras de ello por parte de mis alumnos. Y hoy les comparto una en especial.

Grande fue mi sorpresa cuando a través de un correo electrónico, un alumno me hizo saber su inconformidad por haberlo evaluado apoyado en sus notas y haberle aplicado un examen.

Con las palabras más claras me escribió: “Yo no tomé apuntes para su examen. El conocimiento en el posgrado debe construirse basado en un ejercicio dialéctico.

He de ser honesto. Cuando leí lo escrito por mi alumno me sorprendí. No hubo ni molestia ni enojo de mi parte. Quizá si un poco de preocupación.

En cada letra escrita me dejaba ver su gran desconocimiento sobre la dialéctica. Su desconocimiento me preocupaba y su valentía me sorprendía. Y aquí expongo el porqué.

Si nos basáramos en la definición de un diccionario filosófico, la dialéctica es definida por el término procedente del verbo griego "dialeghestai"  que se refiere originalmente al arte del diálogo y de la discusión razonada ("dialectiké techné") (subrayo: razonada)y que adquirirá distintos significados a lo largo de la historia del pensamiento. No confundir con la filosofía de Kant, quien considera que la dialéctica es una mera "lógica de la apariencia".

Su origen descansa en Platón y su esencia está determinada por las fuentes teóricas y científicas y por las categorías fundamentales del movimiento, del espacio y del tiempo. Y aquí es en donde descansa mi aporte, ya que deben de existir fuentes científicas, las cuales deben de ser analizadas para después exponerlas como tesis o antítesis.

El método dialéctico constituye el método científico de conocimiento del mundo. Proporciona la posibilidad de entender los fenómenos de la realidad en la naturaleza, en la sociedad y en el pensamiento para descubrir sus verdaderas leyes y las fuerzas motrices de su desarrollo.

Sin embargo, decir que la dialéctica es algo que se construye de “lo que platicamos” sin nada que lo sustente, sin nada que lo respalde, se me hace un atrevimiento estéril.

Hoy los alumnos deben de recordar que cada palabra que pronunciemos debe de tener un dato que le de soporte, que le de sustento.

Solo de esta manera podemos construir con bases firmes. Caso contrario, estaríamos “construyendo conocimiento” en piso débil, quebradizo.

Ojalá que todos hagamos una seria reflexión en el gran compromiso que tenemos en un aula. Los maestros para fundamentar su clase y los alumnos para fundamentar sus dichos.

Sería por demás provechoso que hoy los estudiantes sin importar el nivel educativo que cursen, le apuesten a la investigación, a creer en lo que anotan en su libreta y no en su imaginación. Sería más provechoso que existiesen alumnos que tuvieran por enemiga a la soberbia.

Que tuvieran un espíritu constructivo. Abriendo los brazos a la información y no empuñando las manos.

Yo por lo pronto seguiré aquí, construyendo con aquellos que buscan acrecentar su información profesional en las aulas y recibiendo correos como el de algunos exalumnos. Esos que hablan de la dialéctica como si la conocieran.

Observándolos confundir a la dialéctica con la mayéutica. Viendo como fruncen la cara cuando los tratamos de sacar de su error y como caminan por la vida con su confusión a cuestas.

La única tranquilidad que tengo es que éstos últimos, son los menos. Porque en el aula, en otras filas, están sentados los otros alumnos, esos con los que se suma, con los que se propone, con los que se investiga y con los que se avanza.

Porque en esto de la docencia encontramos lo bueno y lo malo, lo positivo y  lo negativo, tal y como lo dice el trovador chiapaneco Vicente Rodríguez en su Pacto en Atocha...”no podremos vivir sin la luz de la luna, pero tampoco sin las banquetas preñadas de sombras”...

Y esto sucede … hasta en la vida misma.

febrero 21, 2014

Fernando Trejo. El silencio de su yo interno



Escribir siempre es complicado. Cualquier profesionista sufre cuando se le requiere elaborar documento determinado. Sin embargo, es inimaginable lo que pasaría en la mente de un niño-adolescente con 14 años de edad al tratar de escribir poesía por iniciativa propia.

Ese fue el caso de Fernando Trejo, joven tuxtleco con quien compartimos sobre sus logros y su trayectoria en el mundo de la poesía en la cabina de Reflejos Péndulo Radio.

Puntual a la cita, Fernando llegó con libros en la mano. En ellos su nombre aparece citado como el autor de los mismos. Y es que hablar de Fernando Trejo es hablar de más de siete libros en los que ha plasmado sus pensamientos y sus emociones. Desde “Raíces de un sueño”  hasta “Por las mujeres, hermanos, escribamos” Trejo deja escapar parte de su sensibilidad en cada una de sus letras.

Con una niñez impregnada de rima y prosa, decidió abrirse paso en el mundo de la cultura. Y su responsabilidad y constancia lo llevaron a alcanzar reconocimientos a su obra literaria, tales como el tercer lugar en el Premio de Cuento corto “Augusto Monterroso” y el Premio Universitario de Poesía “Joaquín Vazquez Aguilar” en el 2005; Premio de Poesía “Eliseo Mellanes Castellanos” en el año de 2006; Premio Municipal de la Juventud 2007, Premio Regional de Poesía “Ydalio Huerta Escalante” en el 2008, y el Premio Estatal de la Juventud en el 2009.

En la conversación con Reflejos Péndulo Radio, Fernando Trejo hizo referencia de lo que para él representa la inspiración del poeta, de lo que significa el amor, su familia, la amistad y de la forma en la que ha decidido seguir caminando por los senderos poéticos.

Pero su iniciar no fue fácil. Encontrar el dinero necesario para prepararse y no ser un improvisado de las letras es una tarea titánica. Por ello, y desafiando a las frases que utilizan los jóvenes sin metas, Fernando decidió buscar las puertas y tocarlas hasta abrirlas de par en par. Fue así como logra ser becario del Programa de estímulo a la creación y al desarrollo artístico y del programa de apoyo a las culturas municipales y comunitarias.

Sin arrogancia y con la sencillez de alguien que sabe que todo tiene un costo en la vida, Fernando Trejo ha labrado una sólida trayectoria como un poeta chiapaneco.

De todo esto y de muchas cosas más conversamos en la cabina de radio. Y al escucharlo hablar sobre el deseo de seguir escribiendo inspirándose de la propia vida, me hizo recordar aquella frase de Enoch Cancino Casahonda ….”mi pluma va corriendo …como un niño descalzo entre los cardos que la brisa desviste…su disculpa, esta vez, por sí sola se dice”. Y Trejo así irá por la vida, haciendo de cada momento el pretexto perfecto para seguir escribiendo.

Aquí el video de la entrevista:






febrero 08, 2014

Rocío Pulido Cruz, Campeona Internacional en Danzón




Son muchas las veces en las que he bailado. Desde las etapas de kinder, pasando por las discoteques de mi época ochentera y últimamente en las bodas de mis amigos. Y en cada una de ellas, los mejores pasos son los que trataba de demostrar en la pista aunque no sé si lo logré.

Y en aquella época de juventud, tuve la oportunidad de consolidar grandes amistades y, coincidentemente, una de ellas decidió dedicar su vida al baile.

Rocío Pulido Cruz está considerada como una de las pioneras más importantes del danzón en Chiapas. Con una amplia trayectoria en el baile, la invitamos a compartir sus experiencias en la cabina de Reflejos Péndulo Radio. 

En esa amena charla, nos habló de lo difícil que ha sido para ella el abrirse paso en una rama de la cultura que pocos conocen y que los menos le apuestan al éxito.

Sin embargo, aún y con la falta de apoyo, ella ha logrado consolidar a muchas generaciones de jóvenes chiapanecos a través de su escuela de baile.

Inquieta, incansable y con la adversidad frente a ella, ha seguido la filosofía de Woody Allen cuando afirmaba que el 80 por ciento del éxito es estar ahí, en ser tenaz. Y esto le ha permitido trascender como un valor de Chiapas al lograr triunfar en un sin número de concursos.

Dentro de estos, hay uno que representa orgullo no sólo para los chiapanecos sino para todo México, ya que logró obtener el primer lugar en el Concurso Internacional de Danzón realizado en la República de Cuba, lugar considerado como la cuna del danzón.

Hoy Rocío Pulido sigue labrando su propio destino. Sigue caminando por los pasillos del baile y su corazón late más fuerte al pisar la duela, esa que por muchos años más le permitirá hacer bailar sus emociones y sus sentimientos para expresar el gran valor artístico que tiene la mujer chiapaneca. 

Que sigan los éxitos para Rocío Pulido Cruz y que su amor por el baile le permitan seguir embelesando a México y al mundo entero.

Aquí el video de la entrevista 




febrero 05, 2014

Mensaje a jóvenes participantes en Concurso de Oratoria




No cabe duda, escudriñar el pasado siempre es grato. 

Permite que las imágenes que pasamos por alto y que las mandamos al olvido, regresen de una manera tan exacta que se vuelve a vivir el momento.

 

En el año 2012 fui invitado a participar en el concurso estatal de oratoria organizado con motivo a la Revolución Mexicana. 

 

"Eco Revolucionario" fue el concurso que me permitió compartir presidium y a la vez, el gran compromiso que representa evaluar a los jóvenes chiapanecos que asistieron para hacer uso de sus habilidades y de sus conocimientos para salir triunfadores y alcanzar el primer lugar.

 

Junto a Carlos Aquino López, Presidente del Foro Nacional de Oradores, de Marco Martínez y de Rubiel Gamboa, reconocidos oradores chiapanecos de gran trayectoria en esta rama de la cultura, formamos el jurado y con ello, fuimos los responsables de elegir a los merecedores del primero, segundo y tercer lugar.

 

No fue una tarea fácil. Nunca lo es cuando en cada uno de los participantes se reúnen horas y horas de lectura y mucha experiencia en el uso de la palabra.

 

Ver el esfuerzo de los jóvenes es un estímulo para mí. Me nutre. Me lleno del valor demostrado en cada discurso pronunciado. 

 

Por ello, cuando se me da la oportunidad de dirigir un mensaje, no puedo dejar pasar la oportunidad para demostrarles mi admiración y mi respeto.

 

Hoy les comparto el pequeño mensaje que dirigí a los participantes de ese gran concurso.