Debo de reconocer que tardé en publicar este escrito. Ya lo había redactado
desde hace un buen rato y lo tenía reservado para un
acontecimiento que valiera la pena.
Nunca me imaginé que la muerte fuera el motivo para que yo me animara a
publicarlo. Y es que el 17 de Julio de 2012 murió Stephen R. Covey.
Quizá para muchos su nombre no represente nada. Pero es el autor de uno de
los libros más exitosos de la época moderna de los negocios y del arte
directivo. Son 25 millones de copias en el mundo las que avalan su aceptación.
Por ello, tuve que adecuar mi texto original para que mis letras fueran un
claro reconocimiento no solo a su trayectoria, sino que también fueran el
reflejo fiel de su aportación al mundo directivo.
Y confesando un secreto, también modifiqué mi texto para que expresara mi
sentir cuando tuve el libro en mis manos.
Porque lo admito. El leer por mandato no es lo mío.
Me gusta leer obedeciendo a mi interés. Guiado por mi curiosidad. Empujado
por mí deseo.
Tener un libro en las manos es algo que disfruto mucho, pero en esa
ocasión, no lo era tanto. El título del libro era algo que vendía pero yo no
soy comprador compulsivo.
“Los 7 hábitos de la Gente Altamente Efectiva” es el nombre del documento.
Grueso y poco llamativo para ser algo que yo no tenía interés en leer. Pero ya
estábamos sentados y pues había que aprovechar el tiempo.
Me adentré en las páginas. Poco a poco fui escudriñando los temas. Uno a
uno los recorrí y conforme esto pasaba, también me daba cuenta que había
subestimado al libro. La lectura se estaba tornando interesante y poco me
interesaron las altas horas de la noche. Yo tenía que avanzar en mi lectura. En
la calle no había vida, solo el ladrar de los perros se perdían en una noche
negra y fría.
No sé que buscaba Stephen Covey al escribir el libro, pero en mí, había
captado poderosamente mi atención cuando encontré las palabras mágicas: principios,
valores, conciencia.
Si, así de sencillo. Cuando mi vista encontró ese maravilloso tema tan
perdido en la sociedad hizo que me enganchara en él y continuara con la odisea
de la lectura.
Y es que a mi juicio, los principios en el ser humano son como el GPS de un
excursionista. Gracias a ellos la sociedad se debe de guiar y ese día, mientras
leía, estaba comprobando mi teoría. Y en el libro el autor iba más allá: los
principios también son necesarios para alcanzar la eficiencia y la eficacia
laboral. Cómo me hubiera gustado que mis antiguos compañeros de trabajo lo
estuviesen leyendo conmigo.
Y es que para Covey, el conducir tu vida para alcanzar tu destino es un
proceso de crecimiento personal e interpersonal, algo así como escalar una
montaña, estando consiente en todo momento que al ascender se podrá
encontrar uno mucha grava suelta, y hay que seguir avanzando a pesar de que éstas
existan.
El autor proyecta que además de esa grava suelta, existirán fuerzas que nos
moverán de ruta, siendo éstas los antiguos hábitos que tenemos como modelos de
conducta, y todos ellos se confabularán en nuestra contra. Y cuando eso pase, en
todo momento creeremos que estamos haciendo mal las cosas, y todo porque no lo
estamos haciendo de la manera acostumbrada.
Gratamente pude descubrir que un hábito de vida no es más que la intersección
del conocimiento, la habilidad para realizar una actividad y el deseo por hacer
esas cosas para que los triunfos sean permanentes y no momentáneos, para que no
queden en una simple anécdota. en una simple fotografía.
Por ello, se dice que para lograr la efectividad en el éxito, deben de
existir hábitos. Y Covey menciona siete. Que si los analizamos desde el número
son muchos, pero si los observamos en su practicidad, son de lo más simples de
aplicar, siempre que los conozcamos y los llevemos a cabo.
Pero para hablar de ellos, es necesario ubicar en donde inició todo el
trabajo del autor. En esta ocasión señalaré que Covey realizó un estudio en el
año de 1966. Consultó literatura sobre el éxito de miles de personajes. Buscó
evidencias. Pruebas de lo que él pensaba, hasta lograr comprobarlo.
En todos esos textos observó un patrón común. La literatura de los primeros
150 años marcaba que todo se enfocaba al carácter, a los principios como la
integridad, fidelidad, valor, compasión, contribución, responsabilidad,
justicia. Desde las novelas de Alejandro Dumas con el Conde de Montecristo y la
historia de François Picaud que maneja los principios de justicia y el
honor a la palabra, hasta Los Viajes de Gulliver, de Swift.
Y, al juicio del autor del libro, los principios son y deben ser la base de
los hábitos de las personas altamente efectivas, toda vez que si los seres
humanos no tienen raíces y principios no tendrán durabilidad o permanencia en
cualquier lugar en donde se encuentren. Y esto también abarca al éxito.
En el libro se maneja que la personalidad es la punta del iceberg y que la
sociedad siempre trabaja en pulir y proyectar la parte superficial olvidándose
de lo que está en la parte de abajo del iceberg.
Y ahí están los principios y las raíces. Que no importa lo que “aparentemos
ser” sino que lo más importante es el “Ser”.
De una manera ilustrada, Stephen Covey nos narra cómo los siete hábitos nos
permiten transitar por elementos cruciales en la vida de una persona que busca
el ser altamente efectiva, es decir, que pretende que sus actos tengan un
impacto tan positivo que le permita quedarse en la victoria.
Señala que los seres humanos nos manejamos en el bloque de la
Dependencia, que es la sala en donde nosotros necesitamos de
otros para lograr lo que queremos. Es aquí en donde no movemos un dedo. En
donde esperamos que todo se logre por influencia del cosmos o bien, por la
fuerza que nos da el ser un Caballero Jedi en nuestra propia película de tres
pesos y de falsa grandeza. El creer que solo porque somos lo que somos las
cosas se darán por si solas.
Por ello, debemos de salir de ese estado mental para transitar a la Independencia,
lugar en donde estamos libres de la influencia externa, del control y del apoyo
de otros para manejar la actitud del YO: yo puedo, yo lo hago, yo lo logro,
desde la perspectiva de la iniciativa y de la responsabilidad. Es el auto mandato. Autocontrol. Es manejar una victoria privada para
llegar a la victoria pública.
Una vez que logramos esa independencia, estamos preparados mental y
emocionalmente para ir a la cumbre de nuestra realización. Y me refiero a la Interdependencia.
Es aquí en donde el nivel es más maduro y más avanzado.
Es saber interrelacionarse con los que nos rodean. Familia, amigos, equipo
de trabajo y cualquier organización de la sociedad. Es la actitud de “nosotros”
somos el equipo, nosotros lo hacemos, nosotros lo logramos. En donde la culpa
es de todos y el éxito es de todos y no solo de unos cuantos.
Aquí es en donde se encuentran un siguiente hábito, y se trata del manejo
del pensamiento ganar ganar, pero
visto desde el precepto de que YO gano y Ustedes también ganan. El reconocer
que el éxito no solo es mío sino que se trata del resultado del trabajo de
todos. Cuando esto es alcanzado, la motivación personal y grupal se hace
presente.
Posteriormente hay que llegar a un proceso de comprensión. En donde primero hay que entender las cosas para luego
lograr ser comprendido. Porque debe de haber un reconocimiento a las propias
fallas de nuestro actuar. Cuando esto pasa, Covey señala que estaremos en
condiciones de entender y comprender a los demás.
Esto permite llegar a un siguiente punto, y me refiero a la sinergia; esto es, el poder conjugar
los elementos logrados de tal forma que brinden a la organización o al
individuo el mejor de los resultados. Es poner en práctica a todos los puntos
ya mencionados sabiendo que solo así se puede llegar al lugar planeado. Cuando
todos los elementos se mezclan cual tornado para que el éxito salga disparado
en beneficio de todos.
Por último, Covey señala la importancia de Afilar la Sierra, que se refiere a la mejora continua, el de no
dejar que la cuchilla se oxide. El buscar en todo momento atender lo que
Abraham Maslow señala en su Pirámide de las Necesidades como una prioridad del
ser humano, y es esa que se refiere a la autoestima, para que a través de la
renovación el hombre o mujer se reinvente día a día y no se la pase sentado en
ese temazcal del Spa llamado “Confort”.
Sin duda alguna un libro que puede representar una simple lectura en un
camastro al lado de una alberca. Pero para aquellos que buscan avanzar en este
mundo tan competitivo, es la clave para reducir el riesgo del fracaso,
haciéndonos ver que el simple cambio de modelos de conducta mental nos
permitirá colocar nuestra bandera en el lugar conquistado y quedarnos ahí por
siempre.
Un libro que viene a decirnos lo importante que son los principios y los
hábitos que poseemos mucho más allá de lo que proyectamos como personalidad e imagen,
porque debemos de recordar que a la flor venenosa se le reconoce no por la
belleza de sus pétalos sino por las toxinas que emanan de sus raíces.
Hoy el autor del libro descansa en algún lugar del universo. La caída
montando su bicicleta no solo golpeó el cráneo de Stephen Covey, sino que
también golpeó al espíritu de la literatura de hoy en día. Hoy las letras
respiran con dolor.
Y aunque en una reciente ponencia escuché al prestigiado conferencista
colombiano Luis Marín decir que el libro de Covey se trata de una búsqueda en
google de historias de éxitos; no puedo dejar a un lado la gran aportación y el
fuerte pellizco que éste libro le hace a una sociedad que ha decidido guardar
sus principios, sus valores, su ética y su continua preparación en un viejo y
empolvado cajón.
En síntesis, "Los siete hábitos de la gente altamente efectiva" es un libro que nos dice que a veces el hábito... si hace al monje.
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