Luis Luna León viernes, agosto 15, 2014 0 comments cuento corto la elefanta dormida luis alberto luna leon luis luna leon novela odiseo Cuento 4. La sangre de Odiseo Home » cuento corto » la elefanta dormida » luis alberto luna leon » luis luna leon » novela » odiseo » Cuento 4. La sangre de Odiseo Por: Luis Alberto Luna León Con la puesta en marcha del negocio, un objetivo más se había alcanzado en la vida de Odiseo. Es del tipo de hombres que debe de tener mucho cuidado con lo que piensa, porque sus deseos de triunfar los vuelve realidad. Cada meta, cada línea trazada, cada punto de llegada imaginado o propuesto había sido cumplido. El confiaba mucho en la virgen de Guadalupe y a ella se encomendaba siempre. Confiaba porque sabía que al juntar su fe con su capacidad de trabajo, cualquier cosa la obtendría. Y es que para él no había domingos ni días festivos. Todos los días eran para trabajar. Con esa filosofía de vida creció. Desde muy chico aprendió eso, y lo hizo exactamente cuando empezó a trabajar boleando zapatos. Nunca tuvo estudios. El tercer grado de primaria fue su mayor triunfo escolar. Y llegó hasta ese nivel por insistencia de su madre. Las “cuerizas” por no asistir a clases eran cosas de todos los amaneceres. Por ello, vencida y cansada de esa problemática, doña Mariana –su madre- decidió sacarlo de la escuela. Y es que hasta sus oídos llegaba la noticia que Odiseo siempre se escapaba de la escuela. Las pozas eran el destino perfecto para “irse de pinta”. Con los amigos y acompañado de sus resorteras, iban a nadar a esas aguas represadas de lluvia y rodeadas de palos de mango. Y hasta allá tenía que ir doña Mariana a buscarlo para jalarle las orejas y llevarlo a casa. Para Odiseo, no había premio más preciado que, después de nadar y aventarse sus buenos clavados, se sentaban a chapotear los pies a la orilla de la poza y comer el mango verde con sal derribado con la primera piedra que entrara en la resortera. Por más que doña Mariana insistía en que Odiseo estudiara, todo era inútil. Odiseo no quería acudir a la escuela. Era un niño que solo gustaba de hacer amigos, nadar, cortar rosas e intercambiarlas por dulces con Cuquita, la niña que atendía la vendimia afuera de la primaria. Aunque muchos cuentan que no siempre hacía eso. Dicen que Odiseo entregaba una rosa pero guardaba dos. Y lo hacía con mucho cuidado para que Cuquita no se percatara de ello. El reservaba esas dos rosas para su amor platónico. Si, el tenia un amor imposible. Y era algo que no se lo contaba ni a Enrique, su mejor amigo. -Para quien son esas rosas, Odiseo –preguntaba Enrique al tiempo que lo tomaba del brazo para aminorar su marcha. -No te lo diré. No quiero que sepas. Es un secreto. -Ya, anda, dime para quien son. Prometo no decirlo con nadie. -No insistas. No diré nada. -Si no me dices, le diré a la niña de los dulces que tienes otra novia. -Este…bueno, te lo diré…ejem… son…¡para la virgen de Guadalupe! Enrique le creyó. Y con ese misterio a cuestas, Odiseo le llevaba las rosas a su amor callado. Ese que solo el sabía y que no compartiría con nadie. Tiempo después se supo que las rosas en realidad las entregaba a la hija de su maestra. Una niña de cabello negro y de ojos grandes, con unas cejas gruesas y de coletas arriba de las orejas. Ella había cautivado el corazón de Odiseo desde que su maestra la llevó como invitada a un festival que realizaron en la escuela. Pero el jamás le hizo saber de sus sentimientos. Solo enviaba esas rosas. La veía como inalcanzable, algo imposible. Estaba consciente que la pobreza era algo que ya lo había golpeado muchas veces. Y es que él, a pesar de su corta edad, ya empezaba a demostrar su madurez. Sabía que ella era una “niña bien” y que él estaba por debajo de su posición. Odiseo se preguntaba: ¿quién se va a fijar en un niño de pantalones rotos y de huaraches de cuero? Una vez más, la falta de dinero le hacia una jugarreta. Por mucho tiempo el cerró los labios. Calló sus más puros sentimientos. Y esa sensación de impotencia por no tener dinero, hizo que en el despertara otro sentimiento. Quizá el que le vino a definir su personalidad para toda su vida. La ambición. Odiseo se juró trabajar muy duro. Algún día iba a tener lo que en ese momento le impedía tener el amor de una niña. El se proyectó trabajar para ser alguien. Con ese nuevo matiz en su personalidad y con el recuerdo de aquel “trueque” infantil de rosas por dulces, fue conociendo el comercio hasta poner su propia empresa. Cuento 5. La mirada de Blanca Cuento 1 La ausencia del ayer Cuento 2 La aventura Cuento 3 Construyendo el sueño Regresar al inicio del blog Share This To : Facebook Twitter Google+ StumbleUpon Digg Delicious LinkedIn Reddit Technorati
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