Cuando formaba parte activa en
la Facultad Libre de Derecho como docente.
El estar frente a grupo,
convivir con mi alumnado es algo que me ha llenado de satisfacciones a lo largo
de 20 años.
Es una actividad que extraño y
que ojalá pronto pueda volver a retornar para estar nuevamente en el aula,
compartiendo con las y los estudiantes información sobre la administración
pública pero sobre todo, el deseo por hacer de éste un mejor Chiapas.
La vida nos da la oportunidad de tener
espacios para reflexionar. Unas veces nosotros hacemos el tiempo y en otras, lo
que nos rodea nos lo ofrece sin pedirlo.
Soy de la firme convicción que nuestras
decisiones deben ser el fruto de esos momentos de análisis, de la toma de
conciencia de lo que vivimos para poder avanzar.
Lo peor que le puede pasar a un ser humano
es abrir los ojos para ver la realidad y volverlos a cerrar. Avanzar y soltar,
clave de vida para la felicidad.
Por una parte, está el
universitario, ese que buscará un espacio laboral a como dé lugar. Por otro
lado, está la empresa, esa que día a día está evolucionando.
Y en medio de estos dos, se encuentra
un puente.
¿Cómo accesar?
El alumno busca empleo cuando
está a punto de terminar su carrera. Y no lo hace por decisión propia. Lo hace
“motivado” por la necesidad del dinero para poder egresar. Pagos por la
titulación, pagos para el examen profesional, pagos por la encuadernación de la
tesis, entre otras cosas, son los causantes de esa búsqueda laboral.
Y cuando busca trabajo, el alumno espera ser contratado en un cargo directivo
por el solo hecho de ser ya un profesionista. Gran error.
No se da cuenta que el alumno debe de entrar a trabajar desde que inicia su
carrera. No importa el área, no importa el nivel.
Lo que las empresas quieren es saber si tienen como parte de su personalidad a
la estabilidad laboral. Si se han enfrentado a la normatividad de una empresa.
Si saben de cumplir horarios. Si han pertenecido a equipos de trabajo y saben
laborar como tal.
Pues bien, creo que como catedráticos y como alumnos tenemos mucho por hacer.
Hay que cambiar la brújula formativa. Debemos de tener siempre presente que lo
que en las escuelas de todo México se imparte es solo INFORMACIÓN, más no
CONOCIMIENTO.
Ese hay que construirlo a partir
de una nueva actitud en el alumno. Pero para que ello se logre, ambos deberán
de coincidir.
Y sobre estos temas conversamos
con Samuel Camacho, joven a quien le agradezco me haya invitado a conversar con
el auditorio de su programa “Régimen empresarial”.
Hablar de liderazgos juveniles es algo
que me apasiona, pero también, me genera el mayor de mis respetos.
La juventud es esa etapa en donde empezamos
a hacer realidad lo que de niños soñamos, imaginamos, anhelamos.
Por ello, mi caminar por las universidades
por más de 20 años en este 2020, me ha permitido conocer a las juventudes.
El aula enseña. Pero no solo al
alumnado. También a los que hemos sido catedráticos. Saber como piensan las y los
jóvenes representó mi más grande reto. Debía conocer lo que mueve al alumnado
para despertar su interés en mi materia. Y al hacerlo, me adentré al mundo de
ellos.
Por tal razón, hoy tengo una visión
sobre su propia construcción, pero sobre todo, porque la comparé con mi
construcción como persona y como profesionista y pude darme cuenta que tenemos
un mismo anhelo: avanzar y sobresalir.
Aquí dejo mis reflexiones, haciendo
manifiesto que las expreso con el mayor de mis respetos para ese o esa joven,
que desde hoy está buscando construir y labrar un nombre, enfrentándose a ese
monstruo de mil cabezas que representa el mundo laboral.
Las coincidencias no existen en la
vida. Siempre he creído que Dios nos coloca frente a personas que aportarán
algo positivo a nuestras vidas y, en otro sentido, a personas que nos llevarán
al fracaso.
Y es nuestro deber hacer a un lado de
nuestras vidas a las segundas. Sin embargo, con las primeras, es una obligación
mantenerlas presentes, abonando a una amistad para aprender y construir con
ellas.
Ese es el caso de Jorge Estrada Soto,
hombre culto y amable que, sin que mediara tema de por medio, la vida me
permitió conocer y aprender de él.
Bastó una conversación acordada en una oficina
para poder darme cuenta de su calidad humana y de la fuerza de vida que en él
habita.
Grande fue mi sorpresa cuando me extiende
la invitación a participar en un programa que de manera virtual él realiza a
través de las redes sociales.
Fueron dos horas que disfruté al máximo,
conversando con él y con Edith Biester, quien nos acompañó en la emisión y a
quien desde aquí le expreso mi gratitud por brindarme su tiempo y la riqueza de
su plática.
Tuve la oportunidad de participar como
jurado calificador del concurso que se realizó en homenaje a un gran orador
chiapaneco, y me refiero a “Alexander Domínguez Mendoza”, a quien le guardo
respeto a su trayectoria, pero sobre todo, a su sencillez como persona. En
dicho concurso, pude coincidir con grandes oradores de Chiapas.
Que sigan siendo los concursos en donde
el ayer y el ahora sigan manteniendo viva a la oratoria de Chiapas.