Todos los seres humanos nos
comunicamos. Es parte de la formación que recibimos en casa. Y no habría porqué
hacer lo contrario. Hasta los animales se comunican con sonidos.
Las sociedades se han construido
a través de la comunicación. Y lamentablemente, se han destruido también por
ella. Los mensajes llegan y a veces no son agradables para quien los lee o los
escucha.
En la docencia, una de las cosas
en las que nos basamos para compartir información es precisamente la
comunicación. Gracias a ella los alumnos reciben datos, cifras y elementos que
les permiten formar un criterio profesional.
Sin embargo, no todos tienen una
visión constructiva. Y me refiero a los alumnos y a los maestros.
Años y años de labor docente se
han invertido en las aulas y muchas veces los resultados no son los esperados.
O bien los maestros no dan muestra de conocer la materia o bien, los alumnos se
resisten a conocer nueva información que les permita salir del letargo del
desconocimiento.
Y si en las licenciaturas las
cosas son difíciles; en los posgrados, las cosas se ponen más álgidas.
Esto se presenta por el hecho de
que el alumno en el posgrado llega a cursarlo haciéndose acompañar en la
mayoría de las veces de un nivel profesional que cree poseer. Por ello,
desestima la información recibida. Patea todo aquello que lo saca de su sala de
confort. Descalifica lo que no conoce. Desacredita a quien le ofrece algo
diferente a lo que “el esperaba como objetivo en clase”.
El alumno de posgrado asume que el
tomar notas no debe de existir. Que los apuntes son solo un mal recuerdo de
preparatoria. Que el arrastrar lápiz quedó en el ayer. Y de los exámenes ni
hablamos. Y de las asistencias, menos. Acreditar una materia sin llegar a
clases y sin presentar examen. Eso quiere hoy el alumno de posgrado.
Todo lo que suene a revisión es desechado de inmediato por el alumno que cree saberlo todo o,
que al menos, eso trata de vender a quienes lo rodean. Y en muchas ocasiones sus
compañeros le compran el concepto. Lamentable.
Es más popular un alumno por encabezar
un reclamo que por los conocimientos que posee. Es más aceptado un alumno que
grita y manotea que aquel que se suma al perfil de una docencia.
Y es aquí en donde la Dialéctica
hace su aparición. Es aquí en donde el alumno de posgrado se refugia afilando
los dientes para defenderse de la llamada de atención por la falta de apuntes,
de investigación, de análisis. Se abraza de la dialéctica para objetar la
aplicación de un examen. Para exigir que los resultados de ese examen no sean
tomados en cuenta para su calificación. Para instruir –literal- que sus
respuestas sean consideradas como “aprobatorias” porque emanan de la
dialéctica.
Y esto no lo sé por obra divina.
Muchas veces tuve la oportunidad de recibir muestras de ello por parte de mis
alumnos. Y hoy les comparto una en especial.
Grande fue mi sorpresa cuando a
través de un correo electrónico, un alumno me hizo saber su inconformidad por
haberlo evaluado apoyado en sus notas y haberle aplicado un examen.
Con las palabras más claras me
escribió: “Yo no tomé apuntes para su
examen. El conocimiento en el posgrado debe construirse basado en un ejercicio
dialéctico.”
He de ser honesto. Cuando leí lo
escrito por mi alumno me sorprendí. No hubo ni molestia ni enojo de mi parte.
Quizá si un poco de preocupación.
En cada letra escrita me dejaba
ver su gran desconocimiento sobre la dialéctica. Su desconocimiento me preocupaba
y su valentía me sorprendía. Y aquí expongo el porqué.
Si nos basáramos en la definición
de un diccionario filosófico, la dialéctica es definida por el término
procedente del verbo griego "dialeghestai" que se refiere
originalmente al arte del diálogo y de la discusión razonada ("dialectiké
techné") (subrayo: razonada)y que adquirirá distintos significados a lo
largo de la historia del pensamiento. No confundir con la filosofía de Kant, quien considera que la dialéctica es una mera "lógica de la apariencia".
Su origen descansa en Platón y su esencia está determinada por
las fuentes teóricas y científicas y por las categorías fundamentales del
movimiento, del espacio y del tiempo. Y aquí es en donde descansa mi aporte, ya
que deben de existir fuentes científicas, las cuales deben de ser analizadas
para después exponerlas como tesis o antítesis.
El método dialéctico constituye
el método científico de conocimiento del mundo. Proporciona la posibilidad de entender
los fenómenos de la realidad en la naturaleza, en la sociedad y en el
pensamiento para descubrir sus verdaderas leyes y las fuerzas motrices de su desarrollo.
Sin embargo, decir que la
dialéctica es algo que se construye de “lo que platicamos” sin nada que lo
sustente, sin nada que lo respalde, se me hace un atrevimiento estéril.
Hoy los alumnos deben de recordar
que cada palabra que pronunciemos debe de tener un dato que le de soporte, que
le de sustento.
Solo de esta manera podemos
construir con bases firmes. Caso contrario, estaríamos “construyendo
conocimiento” en piso débil, quebradizo.
Ojalá que todos hagamos una seria
reflexión en el gran compromiso que tenemos en un aula. Los maestros para
fundamentar su clase y los alumnos para fundamentar sus dichos.
Sería por demás provechoso que
hoy los estudiantes sin importar el nivel educativo que cursen, le apuesten a
la investigación, a creer en lo que anotan en su libreta y no en su
imaginación. Sería más provechoso que existiesen alumnos que tuvieran por
enemiga a la soberbia.
Que tuvieran un espíritu
constructivo. Abriendo los brazos a la información y no empuñando las manos.
Yo por lo pronto seguiré aquí, construyendo
con aquellos que buscan acrecentar su información profesional en las aulas y recibiendo
correos como el de algunos exalumnos. Esos que hablan de la dialéctica como si
la conocieran.
Observándolos confundir a la
dialéctica con la mayéutica. Viendo como fruncen la cara cuando los tratamos de
sacar de su error y como caminan por la vida con su confusión a cuestas.
La única tranquilidad que tengo
es que éstos últimos, son los menos. Porque en el aula, en otras filas, están
sentados los otros alumnos, esos con los que se suma, con los que se propone,
con los que se investiga y con los que se avanza.
Porque en esto de la docencia encontramos lo bueno y lo malo, lo positivo y lo negativo, tal y como lo dice el trovador chiapaneco Vicente Rodríguez en su Pacto en Atocha...”no podremos vivir sin
la luz de la luna, pero tampoco sin las banquetas preñadas de sombras”...
Y esto sucede … hasta en la vida
misma.
Hola, el problema de la educación en niveles superiores radica, desde mi humilde opinión, en dos puntos: a) la "sala de confort" en que el alumno convenientemente cae, y b) el cada vez mayor número de "instituciones" que anteponen la rentabilidad a la generación del conocimiento. "Pague ahora, venga despues por el título".
ResponderBorrarHola,
ResponderBorrarComparto tu opinión. Y precisamente contra eso hay que enfrentarnos: en la mentalidad de aquél que no quiere prepararse.
Pero cambiar ideologías es muy difícil. Sin embargo, considero que no hay que desistir en la búsqueda de la reflexión de los alumnos para que acepten la investigación como medio de superación académica.
Saludos !