Aquí estamos. Nuevamente frente a la computadora. Tratando de identificar
lo que representa la personalidad de un ser humano.
Si, ya sé. Muchos dirán que no sirve de nada descifrar la personalidad.
Que no aporta nada.
Que es solo lo que otros ven pero que en esencia, no dice
nada de alguien. "Es solo la parte pública" dirán algunos.
Pero muchas veces he escuchado que la gente dice que alguien no tiene
personalidad. O por el contrario, comentan sobre la “mucha personalidad” que
posee un tercero.
Y por andar siempre en la duda, hoy estoy aquí, analizando de qué trata
el concepto.
En principio, podemos decir que la personalidad no es más que las
características que identifican a un ser humano con respecto a otro.
Por tanto, decir que alguien “no tiene personalidad” es comentar algo
incorrecto, toda vez que con base en la definición, todos tienes características
personales, por tanto, poseen una personalidad.
Por ello, se puede mencionar que alguien tiene una personalidad muy
fuerte o muy débil. O quizá matizar su personalidad al decir que tiene una personalidad
gris para asemejar a lo débil de sus rasgos personales.
Pero para mayor ejemplo de lo que representa una personalidad fuerte,
nada mejor que remitirnos a la personalidad de un hombre que movió a Europa.
Sí, hay que remitirnos a la historia para observar las características
de un hombre que unió y desunió. Que dio
vida a una Francia que agonizaba en su propia idolatría hacia ese pequeño
hombre. Si, pequeño. Así era llamado Napoleón por sus propios soldados y
convertido en grande por el resto del mundo a través de la historia.
Pésimo estudiante pero amante de las matemáticas. Así era el hijo del
prestigiado abogado y de aquella mujer amante de la limpieza, y todo por
exigirles a sus ocho hijos bañarse diariamente en una época en donde la norma
era una vez al mes.
Napoleón Bonaparte era huraño y alejado de los propios franceses, aprovechando
sus espacios de soledad para nutrir su alma con la literatura clásica que vino
a influir en su espíritu de guerra.
Y mientras el italiano Alessandro Volta inventaba la pila eléctrica;
mientras el mundo conocía al primer barco a vapor; mientras Pío VII asumía el
Papado; mientras surgía la Teoría Atómica de la Materia; mientras en México se
inauguraba el Colegio de Minería; en la línea del tiempo Napoleón Bonaparte
protagonizaba la Revolución Francesa hasta llegar al poder.
Un poder ganado después del Golpe de Estado planeado por el “pequeño
corso”.
Porque si bien la organización política de Francia osciló entre una
República, un Imperio y una Monarquía Constitucional, todo ello cayó por las
manos de Napoleón y con esto, se marcó el final definitivo del absolutismo y
dio vida a un nuevo régimen donde la burguesía, y en algunas ocasiones las
masas populares, se convirtieron en la fuerza política dominante en el país.
Hoy no hay libro de estrategias de guerra que no cite a Napoleón. No hay
estrategia que no lleve la influencia de aquel pequeño hombre que comandó las
fuerzas bélicas francesas.
Aquel hombre que mostraba una amenazadora imagen de ser la espada que
ejecuta, el gobierno que administra y la cabeza que planifica y dirige, tres
personas en una misma naturaleza de inigualada eficacia.
Con la dureza de una piedra, se destinó únicamente a amar a la mujer que
no podía darle un amor único. Josefina Tascher, de origen aristócrata pero de
equívoco destino. Una mujer con tantos amores como Napoleón soldados.
De ese amor se han escrito mil historias, pero en cada una de ellas, van
impresas las desdichas de un hombre que solo atinó amar a una mujer que no
amaba.
Hoy la historia registra a Napoleón Bonaparte. Y ha sido tanta su
influencia en el tema bélico, que la propia Francia elevó a mandato
Constitucional el Código Napoleónico, documento en donde se plasma el espíritu
jurídico de Napoleón.
Nadie conoce aún la manera en la que analizaba sus tropas para derrocar
al enemigo. Nadie sabe aún como coordinaba los tiempos en su mente para medir
el momento preciso en donde había que ir hacia adelante para dominar nuevos
territorios.
Pero lo que sí se sabe es lo que hoy la historia registra. Victorias,
triunfos, batallas libradas por Napoleón para alcanzar la libertad.
Si, libertad. No importando nada. Todo para estar en condiciones de
establecer libertad, esa liberta individual, de trabajo, de conciencia, y de
laicismo del Estado, esa libertad que estipula la abolición del régimen feudal,
haciendo imposible su resurrección. Esas libertades que Napoleón Bonaparte
otorgó al pueblo francés.
Su vida ha servido de inspiración para múltiples cintas de cine. Su
rostro ha enmarcado innumerables portadas de libros, siendo la más familiar
para mí la que utilizó Robert Greene en su libro “Las 33 estrategias de la
Guerra” publicado recientemente, en donde Greene parafrasea en el arte bélico a
Julio César, Federico el Grande, Winston Churchill y por supuesto, a Napoleón.
He pues aquí, un breve escrito sobre un hombre grande. Líneas que se
unen a las miles que se han escrito sobre Napoleón. Y que seguro estoy que se
seguirán escribiendo.
Para muchos la admiración se confunde con la adulación. Este escrito
obedece únicamente a citar lo que a mi juicio debe de ser rescatable de una mente
que se atrevió a enfrentarse al titán. A levantarse en armas contra un gobierno
que tenía aplastada a la sociedad más pobre de Francia.
Para que cada quién tome lo que a su juicio considere pertinente. Y
estoy seguro que en un mundo como el que vivimos, las estrategias de guerra ya
no deberían de ser con las armas sino con las ideas.
Retomar el ideal de Napoleón para que nos sirvan de inspiración para armarnos
de valor para enfrentarnos con aquellos monstruos del haber, del deber y del
saber, esos que tratan de imponer sus ideas sobre una sociedad que ya los ve y
los analiza.
Para hacerles ver que, al igual que Napoleón que inició como un soldado
hasta llegar al golpe de Estado, no por ser el General se les reconoce el mayor
de los respetos. Para hacerles ver que la personalidad se construye a cada
momento y que solo aquel que esté decidido podrá construir su propio destino.
“El hombre solo destaca en la vida dominando un
carácter o creándose uno”
- Napoleón
Bonaparte