Él estaba sentado. Recordando, añorando.
Mil escenas estaban en su mente. La memoria
es mágica y es muy exacta. Todo registra. No olvida nada.
A su mente llegó aquél momento en la carretera, viajando en un día nublado.
Tomados de la mano, con unas cervezas y a mitad de la noche, desafiando al frío, a la policía de caminos y al
mismo tiempo desafiando al mismo destino.
Escuchando una melodía, o quizá dos o quizá tres,
aquellas que cuando las vuelvan a escuchar los hará recordar esos momentos vividos.
De pronto otra escena llegó. Eran esas tardes
que alrededor de una mesa, comían y bebían. Riendo, conversando en esas
pláticas interminables.
Se juraban amor. Se decían los enamorados
perfectos. Siempre tomados de la mano. Esa era la línea de aquella relación que
inició en un octubre cualquiera.
Pero la vida es muy caprichosa. Se empecina
en demostrarle al mundo que nada es como lo imaginan. Que todo va en sentido
contrario a la imaginación y a los deseos más profundos.
Soy de la idea que siempre la realidad supera
a los sueños. Es más, la realidad siempre le quiebra el esquema a los sueños.
En la mente de él estaban las veces que
presuroso buscaba brindar ayuda a ella. Fueron muchos los momentos en los que
siempre estuvo, ahí, en las etapas más difíciles de ella.
Él corrió mil veces. Aunque en honor de la
verdad, no fueron tantas, quizá más de veinte veces. Menos de cien. Pero fueron
muchas las que estuvo al lado de ella.
Desde lo mecánico de su coche, pasando por las groserías recibidas de ella cuándo insistía en llevarla al médico, hasta las veces que tenía que adivinar si estaba de
buen humor para poder enviarle un mensaje de texto a ella.
Pero no importaba. Siempre al
lado de ella. La amaba y por ello no importase nada. Desde lo que él le perdono, hasta las veces que ella insistía en conservar sus recuerdos en fotografías,
esos recuerdos con personas que ella misma decía que le hicieron daño en el
ayer.
Y todo lo superó. Lo único que quería es
estar ahí, a su lado; siempre presente buscando solucionar,
remediar. Más allá de lo económico, él buscaba hacerla sentir eso
que los poetas llaman amor.
Le lloró. Le suplicó. Le rogó. Le
gritó desesperado cada uno de sus sentimientos en esas noches frías por las calles de aquella ciudad colonial
sin que ella voltease a verle. Siempre recibió lo que ella quiso
darle.
“Deja que la vida te sorprenda”. Esta es una
frase que él leyó hace muchos años. Y a manera de broma siempre decía que la
vida siempre le sorprendería.
Nunca se imaginó que su broma se convertiría en una gran verdad
porque en una mañana cualquiera, ella se fue, se esfumó. Así, sin más.
Ella dejó muy claro que nada la obligaría a
estar al lado de ese hombre que muchas veces dio todo por hacerla feliz, amada,
respetada. Por hacerla sentir que a él ella le importaba.
No hubo eso que llaman despedida. Tampoco
hubo un adiós. Ni un hasta luego. Es más, ni un hasta pronto. Sólo un mensaje deseando lo mejor y después partió.
Fue algo muy sencillo para ella. Borró de su
celular el nombre de “su pecoso” y con
eso borró cada recuerdo. Borró cada escena, cada “te amo”, cada “eres mi todo”
que de sus labios salía en aquellas tardes que juntos disfrutaban.
Cada letra se fue con la misma intensidad con
la que fue escrita.
Y no hubo nada que la detuviera. Borró sin
despedirse. Se fue sin decir adiós.
Abandonar a alguien cuando más necesita del
apoyo es algo que no se le desea a nadie.
Abandonar en momentos cruciales no es
sinónimo de amor, de apoyo. Abandonar es algo deleznable. Y eso hizo ella.
Ella se fue como llegó. De pronto y sin
avisar.
La vida es un completo aprendizaje. Somos
alumnos de la vida misma. Y en cada lección a veces hay alegría pero también
puede haber dolor.
Pero la vida sigue su ruta. No se detendrá.
Los esquites seguirán estando en el mismo
lugar. El camarón en pulpa en aguachile seguirá en el mismo plato. Las papas a la francesa serán bañadas por la misma catsup. Los
frapuchinos seguirán fríos, los micheclamatos seguirán escarchados en el vaso, los capuchinos calientes serán soplados con las mejillas infladas para mitigar su calor, las jarras de vino con manzana seguirán haciendo reír a quien las beba; las pizzas serán servidas con las mismas
salsas, netflix seguirá con nuevas películas, los perfumes tendrán nuevos
aromas, los relojes seguirán con nuevos modelos, el calzado seguirá con nuevos estilos,
los cumpleaños se seguirán celebrando, el ginecólogo seguirá dando consulta, la
ciudad de México seguirá siendo un lugar hermoso para visitar, las cremas de
mezcal seguirán mareando, la señora del pedicure seguirá pintando uñas, San
Cristóbal de las Casas seguirá teniendo su clima frío, la señora de los masajes seguirá
tardando una hora por sesión, las camionetas seguirán teniendo bluetooth para
programar una canción de Olga Tañón, banda MS o cualquier canción de Ana
Gabriel o de María José desde el celular;
el “medio costillar” seguirán sirviéndolo, los ramos de flores seguirán
enviándolos en un día cualquiera; los dijes y los aretes seguirán siendo de oro, los anillos serán entregados como muestra de amor y seguirán perdiéndolos como muestra de que nada importó; el vigilante seguirá dejando pasar al estacionamiento en
una tarde lluviosa y unos tacos seguirán siendo el soborno perfecto para que el policía siga permitiendo el acceso a donde sólo se entra con un tarjetón,
el despertar por las mañanas seguirá siendo hermoso y las pijamas seguirán
siendo nuevas. Es más, ella seguirá riendo.
Lo único que cambia es la persona con la que decides vivir todo lo que la vida te da cuando todo siga igual.
Por ello, que la vida siga. Que la rueda siga
rodando.
Dios acomoda a las cosas en el lugar que le
corresponde. A cada quien le da el espacio que se merece.
Hoy nadie culpa a nadie. Que él y ella sigan
siendo lo que son. Dos seres humanos que saben amar a su estilo, a
su forma. Aunque esas formas no sean de la misma manera.
Pero cuando el tiempo pase, cada quien
ocupará el lugar que desea tener. Sólo hasta entonces, cuando el tiempo
transcurra, se logrará saber quien tuvo
la razón. Si fue “él” con su manera entregada y cursi de amar; o ella, que amó
a su estilo. Y no hay medicinas para el amor. El naproxeno
no cura el dolor en el corazón.
Cuentan que él siguió en búsqueda de la
felicidad. Siendo el mismo de siempre, entregado y cursi para amar. Total, aquí
o allá, ya sea sólo o acompañado, el siempre será igual. Dando y dando aunque le correspondan mal.
Sólo me queda una reflexión.
Muchos dicen que los seres humanos aman con los sentimientos que llevan dentro.
Muchos dicen que los seres humanos aman con los sentimientos que llevan dentro.
Que nadie da lo que no tiene. Que nadie
entrega lo que no existe dentro de su corazón. Y por eso hoy queda la duda.
¿Porqué si ella decía amarlo ... decidió alejarse e irse así, sin más?
Y como todos estamos condenados a los
silencios, y como nadie asumirá su responsabilidad y como nadie está obligado a decir lo que lleva dentro, sólo me resta
decir que la respuesta vendrá al tiempo, sólo al tiempo.
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