En una
tarde de éstas, me puse a reflexionar sobre nuestro tiempo. Si. Ese imparable
caminar del reloj en nuestra vida.
Momentos,
sucesos, experiencias, vivencias. Pequeños pedazos de vida que, si o si,
tenemos en nuestro ayer, en nuestro ahora y tendremos en nuestro futuro.
Estamos
viendo pasar los preciosos momentos de nuestras vidas. Por ello, es fundamental
hacerlo junto a personas que aprecien nuestras acciones. Que cada acto que
hagamos, lo realicemos junto a personas que le den la justa dimensión a todo
aquello que decimos, hacemos o dejamos de hacer. Todo importa.
Imaginemos
por un momento un viaje al mar o a las montañas. Las personas que tenemos
cerca, son las manos que te acompañarán de una ciudad a otra. Es aquello que
nos permite avanzar admirando a estos universos individuales. Por eso su
importancia.
Debemos
observar a quien tenemos a nuestro lado. A quién le permitimos que nos acompañe
en este caminar de universos. Laboral, amistad o en el amor. Nosotros somos
quienes le abrimos la puerta. No solo a nuestra vida, sino que también, a
nuestros sentimientos. Y cuando se hace por voluntad propia, la falta de
amistades es sólo la ausencia de compañía.
Algunos
prefieren la tranquilidad de pocas olas en su océano personal. Incluso, hay
quienes conocerán de la mano de esa persona a la paz que te brinda las montañas
y hasta te darán ganas de convertirlo en tu refugio personal. Para escribir o
para meditar. Pero querrás hacerlo ahí.
Pero
toma en cuenta que, a veces, la presencia de personas causa más tormentas que
tranquilidad. Y cuando nosotros sentimos esto, es hora de izar las velas en
búsqueda de un cambio.
Y
aclaro, no hablo de un cambio de una persona por otra. Eso de que un clavo saca
a otro clavo es solamente una frase que sirve de cobijo para la gente vengativa
o que no se basta sola o que no se cae bien consigo misma.
No.
Hablo de un cambio de estado emocional. De pasar de la incertidumbre del porqué
no nos buscan, a estar en paz sabiendo que hemos decidido buscarnos a nosotros
mismos sin esperar algo de alguien.
Es
preferir tener conexiones genuinas. Tener lazos con personas que quieran estar.
Alejarnos de personas que toman cualquier tema para discutir y distanciarse por
un rato de nosotros, para acercarse a otros.
Paz
mental. Tranquilidad emocional. Con el paso del tiempo, estos dos factores nos
darán fortaleza en el alma.
En lo
personal, estar solo me gusta. Quizá porque me caigo muy bien. Me divierto
conmigo. Me refugio en las letras, en la música. En la búsqueda de nuevos
proyectos personales y profesionales que serán como una guía en el viaje.
Pero mantente
alerta. De vez en cuando esas personas te harán llegar mensajes para hacerte
creer que nunca se han ido, que siempre han estado ahí. Que están a la espera
de que tu seas quien busque o, en el peor de los casos, te harán creer que
están respetando tu espacio.
Y en
otras ocasiones, usarán tus errores del ayer para recriminarte y usarlos como
floretes en los reclamos del ahora, sin darse cuenta de todo lo que has
superado y aportado para esa relación a la que habías decidido fortalecer.
Y no
tengas temor de tomar decisiones para alejarte de personas que no ven tus actos
o que no valoran todo lo que superaste del pasado. Hazlo.
Dolerá.
Si. Pero hazlo.
Y no.
No temas. Sólo avanza. Y no te preocupes por tener una última conversación para
dar fin a esa amistad o a ese amor que te saluda en cualquier calle como si
nada hubiese pasado.
Todo
lo que se tenían que decir, ya se ha dicho. Y se ha dicho con las ausencias,
con los vacíos en la comunicación. Con los días y días sin tener noticias. Ahí
está dicho todo.
Ambos
se quedarán con sus argumentos. Con sus justificantes. Con sus motivos para
hacer lo que ya hicieron. Y los dos tendrán la razón.
Así
que no busques a esa persona. Ya no hay tema pendiente.
No
insistas. Ya no le destines ni un minuto más.
La
vida es justa. No tengo la menor de las dudas. Al final de los tiempos, cada
quien estará sentado en el lugar que le corresponda.
Por
ello, en un mundo donde suceden las crisis, en donde la vida cotidiana es por
demás frenética y todos los elementos que la conforman son tremendamente
volátiles, llegan a mi mente aquellas reflexiones de Zenón de Citio, quien
decía que el ser humano, debe de tener un alto grado de estoicismo, cómo una
filosofía para alcanzar una vida plena, basada en el valor de la razón y en no
intentar cambiar o dominar aquello que escapa de su control y aceptarlo.
En
pocas palabras, hay que mantenerse tranquilo, toda vez que se identificarán
aquellas cosas que no podemos cambiar y, en consecuencia, les tenemos que
soltar.
Así
que tú avanza. Sigue en búsqueda de lo que te haga pleno. Sólo o acompañado.
Que importa. Sigue siendo esa persona feliz, haciendo reír a quien te lo
valore. Conversando mil temas y contando tus anécdotas de vida. Cuéntalas con tu
yo interno. Haz reír al niño que llevas dentro.
Aconsejando.
Escuchando música o viendo la serie o la película de moda. Tu sigue.
Despertando con alguien que le dé importancia a ese amanecer a tu lado, sin que
tengas temor porque ya no te buscará y te abandonará después del ocaso. O
despierta sólo.
Y quedarán
los recuerdos. Ahí estarán las evidencias. Ofrécelas como ese adiós. Como la
última conversación.
Pero
sigue avanzando solo, sigue admirando y apreciando esos universos que la vida
te tiene preparados.
Estoy seguro que nada te alejará de todo aquello que te mereces. Después de todo, ambos seguirán siendo quien son. Ambos con su carácter y con su esencia. pero avanzando cada quien por su lado.
No cabe duda: Zenón tenía razón.
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